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viernes, 24 de septiembre de 2010

Catecismo Iglesia Católica 290-292

Resumen de la clase anterior CEC 279-289.
Materia para el círculo de estudio.


LA CREACION OBRA DE LA SANTISIMA TRINIDAD.
CEC 290-292
(clase de hoy)

Resumen 279-289.

1. Que la catequesis de la Creación es de suma importancia para conocer y entender el sentido y orientación de nuestra vida. Sin pretender conocer el cómo y el cuándo sino más bien el para qué de nuestra existencia.

2. Que los avances de la ciencia nos llevan a admirar cada vez más a nuestro Dios Creador de todo cuanto existe, visible e invisible, del ser humano y del cosmos, creados con infinita perfección, por puro amor. También que lo científico y lo religioso son dos enfoques de comprensión distintas sin que por eso haya contradicción, pues ambos tienen a Dios por autor.

3. Que nuestro Creador manifiesta sus perfecciones en las criaturas de su Creación, sin que eso signifique que son una emanación de su ser, cuánto que todo lo que existe mantiene su ser en El y por El. Lo contrario sería el panteísmo.

4. Que de la falta de claridad sobre Dios como Creador de todo cuanto existe, surgen otras herejías como el dualismo o el maniqueísmo, dos principios eternos el Bien y el Mal; donde el mundo sería malo, igualmente nuestro cuerpo por lo que habría que superarlo, dando origen al gnosticismo. Y finalmente el deísmo, que pretende que Dios ha creado al mundo y se ha desentendido de él. En último termino el materialismo que considera la creación como obra del azar.

5. Según la bondad que Dios ha tenido con los hombres, El puede ser conocido por nuestra razón natural, así la revelación de la creación está unida a la revelación y realización de la Alianza con su Pueblo, pues en la creación se encuentra el primer paso hacia esa Alianza.

Preguntas de estudio de esta clase.

1. Enumere las herejías que se forman cuando no se considera a Dios único Creador de todo cuanto existe, y explique lo que cada una de ellas supone.

2. Qué se entiende por la voz “alma”. ¿Cómo se puede diferenciar del alma humana?.

3. ¿Está la Iglesia en contra del evolucionismo?
No, si es un evolucionismo moderado; si busca el origen del cuerpo de una materia preexistente, siempre y cuando acepte que el alma ha sido creada directamente por Dios.

4. ¿Dónde radica la dignidad del ser humano?


Materia para círculo de estudio.

Sobre el alma.
TEMA 1.
Nivel básico, tomado del libro de Religión Católica 2, Casals, edición antigua.

¿Cómo demostramos que el alma en el ser humano es espiritual, inmortal?

En todos los pueblos que han existido, la gente ha enterrado a sus muertos pensando que tenían un alma que seguía viviendo en el más allá. Por eso dejaban junto a sus restos alimentos y utensilios para “el viaje” a la eternidad.

Asimismo, ha habido filósofos que, sin haber conocido la revelación divina, han hablado del alma, por ejemplo Platón y Aristóteles.

El alma humana no se ve porque es espiritual. Pero la existencia del alma se puede demostrar indirectamente, a través de la inteligencia y la voluntad:
a) Tenemos la capacidad de conocer, y las ideas abarcan muchos objetos (idea de silla, de casa, de universo…); por eso podemos pensar y manifestar el pensamiento con palabras o con la escritura. Pensamos con el cerebro, pero las ideas son espirituales, no son parte del cerebro, que es material.
b) Además, conocemos el bien y el mal. Sabemos que debemos hacer el bien y evitar el mal. Pero eso podemos realizar acciones a favor de los demás que no nos reportan ningún provecho personal.
c)También tenemos la capacidad de querer. Nosotros hacemos lo que queremos, no estamos obligados por los instintos como los animales. Esto quiere decir que somos libres.
d) Y tenemos un deseo de felicidad que no se satisface poseyendo sólo cosas materiales, sino que tiende a ser infinito.
Observando estos datos concluimos que tenemos en nosotros un principio espiritual, distinto del cuerpo, que llamamos alma.

De tal forma afirmamos que el alma está en el cuerpo y el cuerpo no vive sin el alma.

a) El alma humana:
El alma es creada por Dios en el momento de la concepción. Es decir, el engendrado es persona humana ya en el seno materno.
“La Iglesia enseña que cada alma espiritual es creada directamente por Dios –no es “producida” por los padres-, y que es inmortal: no perece con la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final” (CEC n. 366).

b) El cuerpo humano:
El cuerpo es dado por Dios a través de los padres. De ellos procede en gran parte el temperamento  (el modo de ser) y algunos rasgos físicos de la nueva persona.
Alma y cuerpo no son dos cosas separadas, como el jinete y el caballo. No somos un alma que tiene cuerpo, somos una unidad de alma y cuerpo. De ahí la dignidad del cuerpo: lo que le sucede al cuerpo le sucede a la persona.

TEMA 1
Nivel Avanzado.

¿Qué es el alma?
Es un principio de vida, un principio vital.

a. En un primer nivel Aristóteles ubicó a los seres de vida vegetativa, -reino vegetal y similares-, con alma vegetativa y funciones de tipo bio-químico; por ejemplo las plantas.

b. En un segundo nivel están representados los seres vivos de alma sensitiva, que tienen tanto funciones vegetativas, como sensitivas, es decir, tienen además sensibilidad y movimiento voluntario, por ejemplo los perros y los gatos, etc.

c. El tercer nivel posee características de los dos anteriores, vegetativas y sensitivas, pero además está complementado con una inteligencia para conocer de sí mismo, de los demás seres y del medio que lo rodea, y adicional al hecho de conocer, “conoce que conoce”; tiene un alma espiritual e inmortal, hablamos de la naturaleza humana, EL HOMBRE, constituida por el varón y la mujer.

En esta escala los seres vivos no poseen tres almas, vegetativa, sensitiva y por último racional, sino que posee una sola alma de orden superior y espiritual que igual alienta funciones vegetativas, como la digestión y el latido del corazón, como funciones sensitivas, visión, audición, sensaciones táctiles, o puramente racionales ya en el orden espiritual, realizar una operación matemática, o entrar en comunicación con Dios a través de la oración.

El hombre, dice San Gregorio, tiene algo de todas las demás criaturas; porque tiene el ser como las piedras, la vida como los árboles, la sensibilidad como los animales y la inteligencia como los ángeles. En efecto, la vida natural del hombre está constituida de la triple manifestación, vegetativa, sensitiva, intelectiva. El hombre es una unidad substancial de materia y espíritu que realiza todas su operaciones, desde las más elementales hasta las más sublimes, desde su condición única de persona.

Unos de los discípulos de San Agustín le preguntó en una ocasión: “¿cómo puedo saber que tengo alma?” San Agustín le preguntó a su vez: “¿Eres idéntico a tu cadáver?” El tiene tu pelo, tus facciones, todos tus órganos. ¿Pero eres idéntico a él?” “No, no; reconoció su discípulo”. San Agustín asintió… “Pues no tienes más que restar tu cadáver de tu persona y lo que queda es el alma”. (Louis de Wohl: Adán, Eva y el Mono).

El amor es el acto específico del alma espiritual; pero la persona humana también es corporal, por eso su alma cumple simultáneamente en cada acto funciones que son vegetativas, sensitivas e intelectivas o espirituales. Ahora bien, la persona no ama porque tiene cuerpo, sino porque está dotada de alma espiritual. Sucede lo mismo, en sentido inverso, con las operaciones que son de la persona pero que realiza precisamente porque es corpórea; por ejemplo el alma es la causa del latido del corazón, pero una persona tiene corazón porque es corpórea.
¿Cómo demostramos que el alma en el ser humano es espiritual, e inmortal?

Como hemos visto, el alma es espiritual porque tiene total independencia de la materia, es decir es capaz de vivir sin el cuerpo, tampoco depende del cuerpo para realizar sus operaciones, inteligencia y voluntad. Decimos que la inteligencia y la voluntad son potencias del alma porque son inorgánicas no se ubican en ningún órgano. Por ejemplo la potencia de ver la tiene el ojo, pero quien sabe que ve es la persona, el ojo no sabe que ve. Tampoco el que sabe que sabe es el cerebro, entender es un acto espiritual.
Entonces el alma es inmortal porque no depende del cuerpo ni en su ser ni en sus operaciones.

Ampliamos la explicación de la siguiente manera: Así como es el ser, así es su obrar. Como el árbol es vegetal, su obrar, -es decir sus operaciones-, es vegetativo, se nutre, crece y se reproduce; el perro, es un ser animal, por lo tanto su obrar es animal, además de nutrirse, crecer y reproducirse, ve, oye, huele, etc; el hombre que es un ser racional, adicionalmente a lo anterior, piensa y quiere. Entender y querer, son actos puramente humanos que se ejercen con total independencia  del cuerpo, son realizados por la inteligencia y la voluntad.

Por lo tanto, demostrando que los actos humanos son espirituales, queda demostrada la espiritualidad del alma, porque así como es el obrar así es el ser.

El alma es inmortal, esto quiere decir que no muere.
Nos preguntamos ¿qué es la muerte?, la muerte no es otra cosa que la corrupción de un ser vivo.
Ahora bien, un ser vivo se puede corromper de dos maneras. En primer lugar se corrompe por sí mismo directamente, como una leche que se pone agria, y éste no puede ser el caso del alma espiritual que, por ser espiritual, es simple y no tiene partes en las que pueda dar la corrupción. En segundo lugar, se puede corromper por su dependencia de un ser corruptible, como sucede con el alma de los vegetales y de los animales, (que no son espirituales), pero éste no es tampoco el caso del alma humana porque ya se ha demostrado que el alma humana no depende de nada material, es espiritual.

Origen del alma.
El alma humana sólo puede proceder por creación inmediata de Dios quien la crea al mismo tiempo que el cuerpo. El cuerpo no puede ser humano sino tiene alma humana, y el alma no es personal sin el cuerpo de una persona humana. El alma tiene principio pero no tiene fin.

El alma no puede proceder del cuerpo porque lo material no puede generar lo espiritual, pues el efecto nunca es superior a la causa.
No puede proceder del alma de los padres porque éstas son simples y o pueden dividirse, y porque si los padres tuvieran poder de crear un alma semejante a sí,  podrían mantenerse ellos en el ser , y esto no es posible más que en Dios.

Ahora bien, aunque el alma puede vivir sin el cuerpo, una vez que sucede la muerte, es verdad de fe revelada que el último día se unirá al cuerpo glorioso, para la vida en el cielo; o a un cuerpo de muerte para el suplicio eterno del infierno.
***
Puede resultar interesante abrir un debate exponiendo el caso de si una persona en estado de coma irreversible, comúnmente llamado estado vegetativo, o una persona con una parálisis cerebral profunda, pueden ser considerados personas, en vista de que no manifiestan ni inteligencia ni voluntad.
El quid del asunto está precisamente en que, aunque los actos no se manifiesten, existen, pues son potencias del alma, y ya vimos que la persona humana es una unidad indivisible de alma y cuerpo.

Este punto es importante dejarlo claro porque, como vimos en la introducción, será el argumento para sustentar la aplicación de la eutanasia o del aborto. Cuando no se considera persona humana a quienes no tienen ciertos estándares de “calidad de vida”, se asumen como una carga para la sociedad. Los temas de bioética, se pueden tratar posteriormente, lo importante es que las bases antropológicas estén bien sólidas. Una vez conseguido esto, lo demás caerá por su propio peso.

 Vista la diferencia entre las personas humanas y los animales en cuanto a las perfecciones del ser, cabe aclarar someramente el por qué de la dignidad humana, aunque eso se podría inferir de lo anteriormente dicho.

¿En qué radica la dignidad del ser humano?
Cuando hablamos de dignidad hablamos de una importancia grandísima que tiene el ser humano, porque es persona. ¿Cuál es la base de esa dignidad? Que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. El ser humano es la única criatura a la que Dios ha amado por sí misma, y la única capaz de amar a su Creador. Ningún otro ser vivo puede pensar, amar, y entregarse. Ninguno puede poseerse.


La Creación obra de la Santísima Trinidad
CEC 290-292


Objetivos generales

1. Reconocer que no hay quien pueda crear fuera de Dios.
2. Comprender qué son las obras “ad extra” y que en ellas participa la Trinidad.
3. Entender que cada Persona Divina tiene una huella en la creación, en la redención y en el santificación pero que todas las obras son realizadas por el único Dios.


“En el principio, Dios creó el cielo y la tierra”

El verbo crear en hebreo “bará”  está designado para tener como único sujeto a Dios.
Cielo y Tierra indica la totalidad de lo que existe, pero además que es Dios quien sustenta en el ser toda la creación, lo visible y lo invisible.

Cielo y Tierra tienen otras connotaciones desde el punto de vista bíblico.

a. Indica también una unión y una diferencia. La tierra, es el mundo de los hombres Sal 115, 16. El cielo o los cielos puede designar el firmamento Sal 19,2;

b. pero también el “lugar” de Dios: “Padre Nuestro que estás en los cielos” Mt 5,16; Sal 115, 16; y por consiguiente el “cielo” que es la gloria escatológica.

c. Finalmente, “cielo” indica el “lugar” de las criaturas espirituales –los ángeles- que rodean a Dios.

Recordemos que Dios es una Unidad de Tres Personas Distintas, y que en lo que se diferencian es por la relación que existe, el Padre es padre por el Hijo, y el Hijo por el Padre, y el Espíritu Santo procede de ambos, como un solo acto de amor, siendo ese acto una Persona distinta.


Antes de pasar a explicar los otros dos puntos voy a detenerme para hacer una aclaraciones con respecto a la acción de Dios.

¿Qué son la obras ad extra, y ad intra?

Repito, para que esta verdad quede clara, clara en la medida de nuestra pobre limitación.

Las tres divinas personas no se distinguen ni por su Naturaleza, ni por sus perfecciones, ni por sus obras exteriores. Se distinguen únicamente por su origen. Lo explico:

1. No se distinguen:

a) Por su Naturaleza, porque tienen una Naturaleza común, la Naturaleza divina. Así no son tres dioses, sino un solo Dios.

b) Ni por sus perfecciones, porque éstas se identifican con la Naturaleza divina. Así ninguna de las tres Personas es más sabia o poderosa, sino que todas tienen infinita sabiduría y poder; ni la una es anterior a las otras, sino que todas son igualmente eternas.

c) Ni por sus obras exteriores; porque teniendo las tres la misma Omnipotencia, lo que obre una respecto a la criatura, lo obran las otras dos.

2. Se distinguen únicamente por su origen, porque el Padre no proviene de ninguna persona; el Hijo es engendrado por el Padre; y el Espíritu Santo procede a la vez del Padre y del Hijo. Esto es lo que impide que una Persona se confunda con las otras.

a) Procesiones

Es inútil buscar en el mundo físico un equivalente a este misterio; pues tal verdad sobrepasa el limite de lo creado. Es posible, sin embargo, alcanzar una cierta profundización en esta verdad gracias a la Revelación. Así, con respecto a la Primera y a la Segunda Personas divinas hallamos, por una parte, el empleo de términos relativos: Padre-Hijo (cfr. Jn. 1, 18-1 14, 13; Gal. 4, 4); y por otra parte, que el Hijo es el Verbo del Padre: la Palabra interior con que se expresa totalmente a Sí mismo (cfr. Jn. 1, l). De la Tercera Persona se nos dice que procede del Padre y del Hijo (Jn. 15, 26). A partir de estos datos revelados, y basándose en la analogía de las potencias espirituales del hombre (inteligencia y voluntad), los teólogos han ilustrado -no explicado- este misterio. Las Procesiones (de procedencia) lo ilustran de algún modo.

a.1 El Padre no proviene de ninguna otra Persona.
a.2 El Hijo es engendrado por el Padre por vía de entendimiento.

Cuando la inteligencia humana conoce una cosa -por ejemplo una silla- forma de ella un concepto, también llamado palabra interior o verbo. La “inteligencia" divina se comportará analógicamente: de aquello que conoce en primer lugar -la misma esencia de Dios- forma un concepto, o verbo.

La idea o concepto concebida tiene, en el hombre, dos características: es distinta de la cosa conocida (la idea de silla no es la silla misma), y es, tan sólo, un imperfecto reflejo de ella (la inteligencia no es capaz de penetrar todo el ser de la cosa).

Pero cuando concibe la Inteligencia Suma -al conocerse a Sí mismo-, esa idea será perfecta: el término de ese acto intelectivo perfectísimo es una Idea perfectísima. Además, por ser Dios absolutamente simple, la Idea eterna no se distingue en realidad de la Naturaleza divina.

Esta Idea perfecta de la esencia divina subsiste a su vez como distinta; y, en este insondable misterio, la Persona que, conociéndose concibe el Verbo, es Dios Padre; la Persona engendrada o concebida por el Padre (Palabra eterna de Dios, el Verbo, Imagen perfecta M Padre), es el Hijo (cfr. San Agustín, De Trinitate, 9; Santo Tomás, S. Th. 1, q. 34, a. l).

a.3 El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo por vía de Voluntad y Amor.
Para la procedencia de la Tercera persona se toma como punto de referencia la otra operación del alma humana: la voluntad libre. El estudio de sus operaciones dará la clave para ilustrar la procesión del Espíritu Santo: Dios Padre, al conocer eternamente su Verbo, eternamente lo ama, lo mismo sucede en la relación amorosa del Hijo al Padre. Este nexo de Amor infinito y perfectísimo da lugar a una Persona divina subsistente, que es el Espíritu Santo.


Actividad interna y externa

La actividad de Dios es interna (ad intra), si se refiere a las divinas Personas entre Sí, y externa (ad extra), si se refiere a las criaturas.

1. La actividad interna de Dios es propia de cada una de las divinas Personas, porque se basa en sus relaciones de origen, que son propias de cada persona.

Así sólo el Padre no procede de otra Persona; sólo el Hijo es engendrado por el Padre; y sólo el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo.
Estas tres relaciones, fruto de la actividad interna de Dios, han recibido el nombre de paternidad, filiación y espiración. La paternidad es la relación del Padre al Hijo. La filiación, la relación del Hijo al Padre. La espiración, la relación del Padre y del Hijo al Espíritu Santo.

2. La actividad externa de Dios es común a las tres divinas Personas, y así todo lo que hace una de ellas para con las criaturas, lo hacen también las otras dos.

¿Entonces por qué atribuimos a cada Persona una obra específica?

Además de las obras propias de cada Persona y de las comunes a las tres, hay ciertas obras apropiadas, que sin ser exclusivas, se atribuyen especialmente a cada una de las divinas personas. Así la Escritura suele atribuir:

a) Al Padre la omnipotencia y las obras de omnipotencia, como la creación y conservación de las criaturas.

b) Al Hijo la sabiduría y las obras de sabiduría, como la Redención y el juicio final.

c) Al Espíritu Santo el amor y las obras de amor, como la santificación de las almas.

Estas obras y perfecciones se atribuyen especialmente a cada una de las divinas personas, por tener alguna relación con su origen. Veamos:

a) Al Padre se atribuyen de modo especial las obras de omnipotencia, porque siendo el principio de las otras dos Personas, es de modo especial origen de todos los seres. Ojo Recordar que son co-eternos, en ellos no hay principio ni fin, pero debemos explicarlo de alguna forma, porque el Padre engendra eternamente al Hijo y de ambos eternamente procedente el Espíritu Santo.

b) Al Hijo se le atribuye en especial la sabiduría porque procede por vía de entendimiento, y la sabiduría es Fruto del entendimiento.

c) Al Espíritu Santo se atribuye especialmente el amor, porque procede por vía de Voluntad y de Amor.

Sin embargo, es importante recordar, que teniendo las tres Personas una misma Naturaleza divina, tienen en realidad igual Omnipotencia, Sabiduría y Amor.

De esta forma, la gran comunicación “ad extra” que se da en la Santísima Trinidad, no es más que el reflejo de la comunión “ad intra” de esas personas. Pero sobre todo, es la acción de la Santísima Trinidad por comunicar al hombre su vida divina. Si desde toda la eternidad existe el designio de la salvación, quiere decir que desde toda la eternidad el diseño originario de Dios era el de tener cercano al hombre, el de comunicarle su propia vida. Y por ello el Padre envía al Hijo para que mediante la encarnación, el hombre pueda llegar al Padre. Y envía al Espíritu para confirmarlo en la santidad de vida a la que está llamado.

cec 291.
En el prólogo de San Juan, en el cap 1, 1-3. dice que en el principio existía el Verbo, la Palabra, y el Verbo era Dios.
Todo fue hecho por El, y sin El nada ha sido hecho.

Esto significa que todas las cosas fueron creadas por él y existen para él, y en Col 1, 16-17 dice que el  Verbo existe con anterioridad a todo y todo subsiste, es decir, tiene su  consistencia en él. Las visibles y las invisibles, ha hecho de los ángeles sus mensajeros para y asistan a los que han de heredar la salvación, Hb 1, 14.

También el Espíritu Santo tiene una acción creadora. El Señor y dador de vida. Desde el Gn 1, 2  “el espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas” Gn 2, 7 “el Señor insufló aliento de vida  sobre sus narices”, el Espíritu Santo dado a los hombres. Es la fuente de toda santidad, como reza la Plegaria Eucarística 2.

cec 292
cfr 258. Uno es Dios y Padre de quien proceden todas las cosas, uno solo el Señor, Jesucristo, por el cual son todas las cosas, y uno el Espíritu Santo en quien son todas las cosas.

El Hijo y el Espíritu Santo –dice San Ireneo- son como las manos del Padre.

Conclusión.

Nuestro deber con este Dios Inmenso y Misericordioso es tributarle todo el honor, la gloria y la adoración, viviendo cada vez mejor la Santa Misa, culto por excelencia a Dios Trino y Uno, donde no podemos tener mayor comunión con el Único Dios; ninguna presencia en todo el mundo conocido y aún por conocer es más real y verdadera que la presencia de nuestro Dios en la Eucaristía.

También ofreciéndole nuestro trabajo, nuestra vida, nuestra familia, y también nuestra oración, que como decía San Josemaría “no sé donde termina mi trabajo y donde empieza mi oración” para que todo nuestro quehacer sea una ofrenda de olor agradable.

Amar, servir y hacerlo amar es nuestra misión. No debemos olvidar que la santidad es ni más ni menos que la perfección del amor. Dejarse amar por Dios, y ayudar a que muchos lo amen, amándolos como Dios nos ha amado.



Catecismo Iglesia Católica 203-213



DIOS REVELA SU NOMBRE
CEC 203-213

Citas

CEC 268, 2577,
Ex 34, 7, Ef 2, 4,
Jn 8, 28

Recapitulación

No hay otro Dios más que nuestro Dios
Veneramos a un solo Dios en la Trinidad Santísima y a la Trinidad en al unidad, sin confundir las personas ni separar la substancia.
Pero sobre todo creemos en un Dios que es Personal.

Objetivos

1. Descubrir la importancia que de Dios haya revelado su nombre.
2. Analizar las diferentes revelaciones del nombre de Dios en el AT y en el NT.

1. DIOS REVELA SU NOMBRE

Dios no es una fuerza anónima. Comunicar el nombre es hacerse accesible.

Pensemos en nuestra vida ordinaria. Nos damos a conocer cuando damos nuestro nombre. Muchas abuelitas y madres se sienten incómodas cuando el hijo o el nieto solo dicen su nombre, porque es como si no dijeran nada si no dicen su apellido. El nombre viene con el apellido, es su sentido de pertenencia, y en cierta forma su identidad,  sus raíces, de donde han recibido la vida.

En Israel, como en los pueblos primitivos, el nombre expresa la realidad profunda del ser que lo lleva, y revela su misión en el mundo. El nombre es algo esencial a los seres. Lo que existe, tiene nombre. Un hombre sin nombre es despreciable. Por lo mismo, la creación culmina, cuando cada ser recibe su nombre.

Recordemos el Génesis, los animales están bajo el dominio de Adán, cuando les hace desfilar ante él para que les dé un nombre (Gen 2,19-20). Sin embargo, Adán no encuentra una criatura, que se le asemeje y sólo, cuando Yahwéh le presenta a su «otro yo», impone un nombre equivalente al suyo (Gen 2,23), que en algunas traducciones se traduce como varona

El nombre se identifica con la persona. Manifestar el nombre es lo mismo que revelar la persona (Ex 3,13-14; Is 52,6). Quien conoce el nombre de una persona, puede ejercer influencia, sobre ella. Dios conoce a cada uno por su nombre. El Buen Pastor conoce por su nombre a cada una de las ovejas (Juan 10,3).
Llama a las ovejas y las conduce afuera, va delante de ellas y lo siguen porque conocen su voz. A un extraño no lo seguirán, huirán porque no conocen su voz.

El conocer y llamar a alguien por su nombre es signo de intimidad. Jesús, el buen pastor, conoce y llama "por su nombre" a sus ovejas (Juan 10, 3). Pues el signo de las íntimas relaciones en que la gracia nos establece con Dios, es el que podemos llamarlo "por su nombre". En el nombre de Padre se nos ofrece el don insuperable de la divina intimidad, por él llegamos hasta la intimidad de la vida divina.

Cuando Dios revela su nombre, está haciéndose en cierta manera accesible, capaz de ser íntimamente conocido y de ser invocado personalmente.
En el momento en que Dios nos confía su nombre, está haciéndonos una confidencia, está intimando con nosotros. Nos está diciendo quién es, para que nosotros descubramos quiénes somos.

Nuestra vida no puede estar encerrada, porque nosotros somos su imagen, nuestra naturaleza tiene una referencia a Dios. Por eso la vida de las personas que se buscan solo a sí mismas es vacía, estéril, triste. La verdadera felicidad no está en nosotras, está en la entrega de nosotras.

Hasta que llegue el momento en que Cristo interpela a sus discípulos y les dice ¿ustedes quién creen que soy?, y eso nos lo pregunta también a nosotras hoy, ¿yo quien soy para ti?. ¿me conoces, me invocas, me buscas? yo estoy aquí y te llamo por tu nombre, te conozco. Tratamos a Dios por su nombre, o no lo tratamos personalmente.

El Señor nos atrae, igual que la primera vez que nos enamoramos, la primera pregunta es ¿cómo se llama?, alguien al que naturalmente tendemos, porque El ha puesto ese deseo, esa nostalgia en nuestra vida. Para que todo el que te busque te encuentre. Y cuando finalmente pareciera que lo encontramos se esconde, como con los discípulos de Emaús, se queda escondido, para que nuestra sed de El no acabe, es una sed que sacia sin saciar, es un amor que da plenitud y siempre quiere más, porque pide más, más entrega, más generosidad, mayor decisión de apartarnos de lo que no le agrada y hacer todo lo que le agrada.

Lo buscamos como la sierva busca los torrentes de agua, o la esclava tiene puestos sus ojos en las manos de su Señor, o la doncella del Cantas de los Cantares pregunta, ¿dónde te fuiste amado mío? abrí la puerta y ya no estabas. Este amor pasa por la prueba de la soledad, del silencio. Igual que nuestras etapas de la vida, y nuestro matrimonio, se acrisola. La fidelidad solo se manifiesta en la dificultad.

Dios nos revela su nombre, según la tradición que recoge el Génesis 4, 26 un nieto de Adán, Enós, fue el primero en invocar el nombre del Señor. De este modo, el texto bíblico deja constancia de que una parte de la humanidad conoció al verdadero Dios, cuyo nombre será solemnemente manifestado a Moisés Ex 3, 15 y 6,2.

a. Dios se revela progresivamente. Los Patriarcas invocaban a Dios con otros nombres, que provenían de atributos divinos, como Omnipotente Gn 17, 1; Ex 6, 2-3  El Shaday.

El relato de la revelación del nombre divino es importante en la historia de la salvación, porque con él Dios será invocado a lo largo de los siglos.
Cuando Moisés está en la zarza ardiente y se le manifiesta Dios, se llama la teofanía, entre el Éxodo y la Alianza en el Sinaí, demostró ser la revelación fundamental tanto para el pueblo de Israel, como para el nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia.

Según este episodio Dios contesta con una evasiva, para evitar que aquellos antiguos, contagiados de ritos mágicos, pensaran que conociendo el sentido del nombre tenían poder sobre la divinidad. Así, “Soy el que soy” equivaldría a “Soy el que no podéis conocer” “el innombrable”. Esto manifiesta la trascendencia de Dios, porque manifiesta su propia naturaleza de ser subsistente. El que es por sí mismo, el ser absoluto.

Yahveh impone su nombre a Israel y así establece su derecho especial para que éste le pertenezca por el amor y la fidelidad (Is 43, 1). Asimismo se invocaba el nombre de Yahveh sobre Israel para significar que le pertenecía y que estaba colocado bajo su especial protección (Is 63, 19; 2 Cro 7, 14). Se invocaba el nombre de Yahveh sobre el templo (Jer 7, 10), sobre el arca santa (2 Re 6, 2) y sobre Jerusalén (Jer 25, 29; Dan 9, 18). Y así eran "santos" para Dios. Al mismo tiempo, se manifiesta con ello la confianza en una especial protección de Dios. "El que invocare el nombre del Señor", esto es, el que colocare bajo el dominio y protección de Dios, "ése se salvará" (Act 2, 17-21; cf. Rom 10, 13).
El Señor Dios le dice a Israel, Yo soy el Dios de tus padres, Abraham, Isaac y Jacob. El Dios fiel y compasivo que se acuerda de las promesas.

Ahora bien de todos los atributos divinos, sólo la omnipotencia de Dios es nombrada en el Símbolo: confesarla tiene un gran alcance para nuestra vida. Creemos que es esa omnipotencia universal, porque Dios, que ha creado todo, rige todo y lo puede todo, es amoroso, porque Dios es nuestro Padre, es misteriosa porque sólo la fe puede descubrirla.

El está infinitamente por encima de todo lo que podemos comprender o decir, es el Dios escondido Is 45, 5; su nombre es inefable Jc 13, 18, y es el Dios que se acerca a los hombres y es fiel.

b. Nos descubre su ser. Ante la presencia atrayente y misteriosa de Dios, que nos revela su nombre, y nos descubre su ser, el hombre conoce su propia pequeñez.

Moisés se cubre el rostro y se quita las sandalias Ex 3, 5-6 delante de la Santidad Divina. Ante los signos divinos que realiza Jesús, Pedro le dice, Apártate de mi que soy un pecador, Lc 5,8.

Precisamente porque Dios es santo, puede perdonar al pecador que se confiesa tal delante de El.

Cuando el pueblo lo abandona para hacerse un becerro de oro, Moisés intercede por el pueblo, y Dios los perdona, pero se revela como el Dios clemente y misericordioso, lento a la ira, rico en amor y fidelidad. De esta intimidad con el Dios fiel, Moisés saca las fuerzas para su tenacidad, de la misma manera nosotras debemos ser perseverantes, porque Dios siempre nos escucha, y El es fiel.

Dios es amor, por tanto es justo y fiel; no puede contradecirse, debe acordarse de sus acciones, no puede abandonar al pueblo que lleva su Nombre. Ex 34, 7, Ef 2, 4, Dios revela que es “rico en misericordia” llegando hasta dar a su propio Hijo.

Jesús, dando su vida para librarnos del pecado, revelará que El mismo lleva el Nombre divino: “Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo soy, Jn 8, 28

En el Nuevo Pueblo de Dios, en su Iglesia, se habla de que los vencedores tendrá un nombre nuevo.
En la "nueva creación", los "vencedores" llevarán un "nuevo nombre", el "nuevo nombre del Cordero" (Apoc 3, 12 ; cf. 14, 1; 22, 4). Todo esto significa la inauguración de un nuevo orden.

Recibir de Dios un nuevo nombre significa nada menos que entrar en nuevas relaciones con Él. El hacerse bautizar en el nombre del Dios trino y uno, en el nombre de Cristo (Mt 28, 18; Act 2, 38; 8, 16; 19, 5), establece una relación completamente nueva de dependencia, de protectorado, de íntima asimilación.

De aquí deriva la costumbre cristiana de cambiar el nombre en el bautismo, y a veces también en la profesión religiosa, como expresión de la nueva pertenencia.

El nuevo Pueblo de Dios está formado por aquellos sobre los que ha sido invocado el nombre, del Señor (lac 2,7) en el Bautismo (Act 8,16; 19,5). Los cristianos vienen a ser propiedad del Señor y se hallan bajo su protección. Se designan a sí mismos como «los que invocan el nombre del Señor» (Act 9,14.21; 1 Cor 1,2), en la seguridad de que la invocación de este nombre, les salvará (Act 2,21; Rom 10,9-13). Invocación, que supone la fe en la Resurrección (Rom 10,,9-14) y en el dogma fundamental cristológico (Jesús es el Cristo, el Señor, el Hijo de Dios). El nombre, del Señor no es, por tanto, una palabra mágica, que produce efecto como quiera que se la pronuncie y por cualquiera que la emplee (Act 19,13-17). Sin fe el nombre, no actualiza su efecto (Act 3,16), como el mismo Jesús se vio obstaculizado en su virtud por la falta de fe (Mc 6,5-6); la acción de Dios respeta la libertad que le ha dado al hombre.

Cuando los cristianos se reúnen en su nombre, el Señor en persona se encuentra entre ellos (Mt 18,20). Igualmente, Jesús se hace presente y actúa, cuando se apela a su nombre, (Act 4,30). Así los discípulos efectúan curaciones en su nombre, (Act 3,6.16; 4,7.10; 9,34) y hasta los demonios se les someten, cuando invocan este nombre, (Lc 10,17; Act 16,18). Por el poder de este nombre, se perdonan los pecados (Lc 24,47; Act 10,43; 1 Jn 2,12). y es éste el único nombre, que nos es dado para salvarnos (Act 4,12).

El nombre del señor compromete a los cristianos. Su conducta debe dar motivo para que el nombre sea glorificado (2 Thes 1,11-12) y no para que sea blasfemado (1 Tim 6,1).

En el cuarto Evangelio el nombre sobre todo nombre es el de Hijo único de Dios (3,17-18). En este nombre se ha de creer para tener la vida eterna (20,31; 1 lo 3,23; 5,13; etc.). El que no cree en el nombre del Hijo de Dios, está ya condenado (3,18). A la revelación de la verdadera naturaleza de Jesús con el nombre de Hijo, responde la revelación del ser íntimo de Dios con el nombre de Padre (17,3-6.25-26; cfr. Mt 11,27). Los que creen en el nombre del Hijo de Dios, participan de la filiación divina (1,12). Todos ellos serán marcados con el nombre nuevo (Apc 2,17; 3,12; etc., cfr. Is 56,5; 62,2; 65,15).

Por respeto a su santidad el pueblo de Israel no pronuncia el Nombre de Dios. En la lectura de la Sagrada Escritura el Nombre revelado es sustituido por el título divino “Señor” ‘Adonai”, en griego “Kyrios”. Con este titulo será aclamada la divinidad de Jesús: “Jesús es Señor”.

CONCLUSION.

Nuestro Dios se nos ha dado a conocer, se ha revelado a sí mismo para que podamos conocerlo, invocarlo y amarlo.
Se nos revela como el que Es, el subsistente, de quien deriva toda existencia, en quien se mantiene todo ser.
Pero también ser nos revela como Dios santo, compasivo y misericordioso y Fiel.
Que el reconocimiento de su santidad,  nos ayuden a descubrir nuestra pequeñez, para así poder caminar en la Verdad.

jueves, 12 de agosto de 2010

La Santísima Trinidad en la doctrina de la Fe.

Catecismo de la Iglesia Católica 249-256.

Citas para profundizar.
Mt. 16, 18
Lc. 22, 32
1 Jn 5,1; Jn 3,5
Rm 8, 29;  Ef. 4, 4-6

Esquema de la clase.

1. La formación del dogma trinitario
       a. Diferencia entre dogma y misterio

2. Progreso del dogma
       a. En qué sentido se puede admitir progreso del dogma y en qué sentido no se puede.

3. Explicación de conceptos necesarios para entender lo que se va a exponer.
       Hipóstasis -  Esencia -  Sustancia -  Naturaleza - Relación.

4. El dogma de la Santísima Trinidad.
       a. Unidad
       b. Diversidad
       c. Relación

5. Conclusiones.

6. PREGUNTAS DE TAREA.


1. La formación del dogma Trinitario.

Cuando hablamos de formación del dogma NO  queremos decir que la Iglesia  “inventó” un dogma.

Primero explicaré la diferencia entre Dogma y Misterio, y al final de esta primera parte como conclusión lo que significa la formación del dogma.

Primer enunciado: La Verdad de que Dios es Trino y Uno es una revelación que hizo Jesucristo, contenida en la Sagrada Escritura, prefigurada en el Antiguo Testamento y de manera explícita revelada por Jesucristo, y asumida por los Apóstoles en sus escritos. Esta verdad revelada es un Misterio, porque excede a nuestra comprensión humana.

Segundo enunciado. La Iglesia durante los primeros siglos formula más claramente su fe trinitaria tanto para profundizar su propia inteligencia de la Fe, como para defenderla de las herejías. Lo que sucedió en los primeros Concilios con la ayuda de los Padres de la Iglesia en su trabajo teológico.
Recordemos lo que hemos visto del Símbolo Atanasiano, San Atanasio en el Concilio de Nicea contra el arrianismo. Explica lo que hay que creer del dogma Trinitario.

Ahora bien, ¿en qué sentido existe “la formación del dogma” como está escrito en la consideración inicial de este tema?.Pasaré a explicar mejor la diferencia entre misterio y dogma.

A. ¿Qué es un Misterio?

"Misterio, en general, es una verdad que no podemos comprender por ir más allá de nuestro entendimiento".

La naturaleza está llena de misterios y vivimos rodeados de realidades que no podemos comprender. Nadie sabe a ciencia cierta qué es exactamente la fuerza de gravedad y mucho menos si se puede controlar. Aún hay muchos "misterios" en el organismo humano y no digamos de las realidades que están físicamente muy alejadas de nosotros, por ejemplo, ¿qué habrá en Aldebarán, que está a 55 años luz de la tierra?

"Misterio, en sentido estricto, es una verdad que no podemos comprender, pero que conocemos y creemos porque Dios nos la ha revelado". Por ejemplo el de la Santísima Trinidad. "Nunca creería en la divinidad de una religión que no tiene misterios", dijo un célebre pensador. En efecto, un Dios que cabe dentro de nuestro entendimiento ya no es Dios. Y una religión que en todo está al alcance de los hombres, en la que todo se puede explicar y comprender, no es divina.
 

Es importante saber que los Misterios no son contrarios a la razón humana, sino que únicamente están por encima de ella. Por ejemplo, las leyes de la electricidad, que son conocidas por un buen físico, son un misterio para el ignorante. Pero esto no quiere decir que vaya contra la razón, sino que le son superiores. No puede haber contradicción entre la razón y los misterios revelados, porque Dios es, a la vez, el autor de la razón y de la Revelación.


B. ¿Y qué es un Dogma?

"Dogma, en sentido amplio, es una verdad contenida en la Revelación divina".


"Dogma, en sentido estricto, son las verdades reveladas por Dios y propuestas como tales por el Magisterio de la Iglesia a los fieles, con la obligación de creer en ellas". Por ejemplo el dogma de la Asunción de la Santísima Virgen a los Cielos.

Quien niega o pone en duda de un modo pertinaz las verdades que han de ser creídas, comete el pecado de herejía.

En el dogma hay dos elementos:

1. Es una verdad revelada por Dios y se halla, por tanto, contenida ya en la Sagrada Escritura, en la Tradición, o en ambas.

2. Es una verdad propuesta por el Magisterio de la Iglesia con obligación de creer en ella.

Esa propuesta puede hacerla la Iglesia, bien de forma extraordinaria, por ejemplo con una solemne definición del Papa o de un Concilio Universal de acuerdo con el Papa, o por el Magisterio Ordinario y universal de toda la Iglesia. (Ej con la Asunción de la Virgen, los Padres de la Iglesia ya hablaban de ello en el año 370, y el dogma fue proclamado hasta el siglo XIX, en el año 1856) – Magisterio Ordinario.

C. Progreso del DOGMA

En época de tanta confusión intelectual como la nuestra, y de tanto orgullo, en que por todas partes surgen quienes pretenden ser Maestros, ya sea en Sagrada Escritura ya sea en las Verdades de la Fe o la Moral, proponiéndonos nuevos avances más acordes con estos tiempos, alguno podría preguntarse: "¿Ha cambiado la enseñanza de la Iglesia? "El contenido de lo que Dios ha revelado, ¿ha aumentado o se ha modificado en algo?"

Trataremos de explicarlo. La Revelación de Dios a los hombres tiene su culminación en Jesucristo. Ya no es un mensajero de Dios el que viene a revelar un aspecto del plan salvador: es Dios mismo. Jesucristo, "con toda su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, prodigios y milagros, y, ante todo, con su muerte y resurrección y, finalmente, enviando al Espíritu de verdad, culmina plenamente la Revelación" (Const. Dogm. Dei Verbum, n.4) .

De lo anterior se desprende que con la muerte del último Apóstol (testigo ocular cualificado), se cerró el contenido del depósito revelado por Dios. La Iglesia, que es depositaria de la Palabra de Dios que es inmutable, no puede quitar o añadir nada. Todas las verdades enseñadas por Dios están contenidas en la Escritura y en la Tradición. Pero no se han conocido y profundizado en toda su amplitud.

De acuerdo con estas dos ideas, precisemos en qué sentido se puede admitir el progreso del dogma católico, y en qué sentido no.

1° Con la muerte de los Apóstoles quedó terminada la Revelación; y después de ellos Dios no ha revelado ninguna verdad nueva.

En consecuencia, cuando la Iglesia define solemnemente un nuevo dogma, no establece una verdad nueva, no contenida en la Escritura y en la Tradición; sino que por el contrario declara que esta verdad está contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición; y que por lo mismo hay que admitirla.

Los dogmas no pueden cambiar de sentido; pero sí pueden cambiar los términos en que son expresados. No pueden cambiar de sentido. Lo que la Iglesia aceptó ayer como verdadero, no puede hoy rechazarlo como falso; o el caso inverso. 


Ello equivaldría a negar la asistencia que Dios prometió. Pero sí sucede que los dogmas se pueden expresar con palabras más claras y precisas.

Por ejemplo, desde un principio se admitió que por las palabras de la consagración el pan se cambia en el cuerpo de Cristo. Pero la palabra transubstanciación (cambio de una substancia en otra) la empleó por primera vez la Iglesia en el IV Concilio de Letrán, 1215.

3° El progreso del dogma consiste en que la Iglesia enseña de modo más claro y explícito, verdades que estaban contenidas en la Escritura y en la Tradición de modo velado e implícito.

Así el dogma de la infalibilidad del Papa estaba contenido en forma implícita y velada en las palabras: "Tú eres Pedro, y sobre ti edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16,18). O en estas otras, dirigidas también a Pedro: "He rogado por ti para que tu fe no perezca, y tú, confirmado en ella, confirma a tus hermanos" (Lc 22,32).

Y el Concilio Vaticano I definió el dogma de una manera explícita, precisando que el Papa es infalible cuando habla de dogma o moral a toda la Iglesia, en calidad de maestro supremo.

No debe extrañarnos este progreso, pues la Sagrada Escritura es un libro lleno de profunda y misteriosa sabiduría, de suerte que no entrega de una vez todas las verdades que contiene, sino a medida que se estudia y se reflexiona sobre ellas.


Ahora bien, para formular el dogma la Iglesia tuvo que  crear una terminología propia con ayuda de nociones de origen filosófico. Sin que esto significara reducir el misterio para hacerlo “comprensible”, sino más bien para tratar de enunciarlo y comunicarlo lo mejor posible, según  nos permite nuestra limitación.

Para esto creó una terminología propia con ayuda de nociones de origen filosófico. Tales como:

Hipóstasis
La traducción más cercana de esta palabra es:  "persona".  Su significado es "realidad substancial".  Orígenes decía que en la Trinidad cada miembro tenía diferente Hipóstasis.  Para la iglesia primitiva y los primeros Padres de la iglesia (hasta el concilio de Nicea en el año 325), la palabra Hipóstasis era usada de forma alternativa con la palabra ousia que significa esencia o ser. Durante el Concilio de Nicea se utilizó homoousios (un compuesto de la palabra griega ousia) para definir que la Trinidad, Padre, Hijo, y Espíritu Santo, comparten una misma substancia o esencia.

Esencia
1. La cuestión de la esencia. La palabra castellana esencia traduce la latina essentia y esta última tiene un claro parentesco con el término esse, ser. A este parentesco alude Santo Tomás al escribir: «se llama esencia, essentia, en cuanto que por ella y en ella el ente tiene ser, esse».
Lo que hace que algo sea lo que es.


Sustancia
En lengua castellana, substancia o sustancia (del latín substantia) es palabra que se usa con sentidos varios, pero que de algún modo apuntan a la misma realidad. Así, se habla de la s. de los alimentos para referirse a la parte nutritiva y aprovechable de los mismos, o al jugo o caldo alimenticio que se extrae de ciertas materias; también se llama s. a cualquier cosa con que otra se aumenta y nutre y sin la cual se acaba. Se habla de la s. de un asunto o negocio para referirse a lo esencial y fundamental de la cuestión, es decir, para referirse a la naturaleza y esencia de las cosas. A estos sentidos, que se recogen en el Diccionario de la Real Acad. Española de la Lengua, se puede añadir el de s. química, que son aquellos compuestos (v.) químicos homogéneos, uniformes y de características invariables, tales como, p. ej., el azufre, el hierro, la sal o el azúcar, que se diferencian de las mezclas o composiciones heterogéneas y variables de diversas substancias. En todos estos usos de la palabra s. se apunta, de una manera u otra, a una realidad de fondo, a la s. como aquello que, siendo diverso y sustrato de los accidentes, le compete por naturaleza existir en sí.

Vemos que inclusive la palabra sustancia expresa “la naturaleza de existir en sí”.

Entonces la Iglesia utiliza el término “substancia” traducido a veces también por “esencia” o por “naturaleza” para designar el ser divino en su unidad. Y hablamos de la consubstancialidad, de la misma sustancia, o de la misma esencia, o de la misma naturaleza, éstos términos indican la unidad de la divinidad. Naturaleza es lo mismo que la esencia en cuanto principio de operaciones.

También utiliza el término “persona” o “hipóstasis” para designar a cada una de las personas de la Trinidad, el Padre, el Hijo y al Espíritu Santo en su distinción real entre sí.

El término relación explica el hecho de que su distinción reside en referencia de cada uno a los otros.

II. El dogma de la Santísima Trinidad.

En esta parte voy a explicarles: la unidad, la distinción de las personas y la relación.


a. La trinidad es una. Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios, no tres dioses sino un solo Dios en tres personas: La trinidad consubstancial, (como se definió en el Concilio de Constantinopla II, año 553). De tal modo que el Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre y el Espíritu Santo, un solo Dios por naturaleza, (definido así en el Concilio de Toledo XI, año 675). Explicado en el Concilio de Letrán IV en el año 1215 como que “cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina”.

De tal forma que cuando decimos Padre “nuestro”, es al Padre de nuestro Señor Jesucristo a quien nos dirigimos personalmente. No dividimos la divinidad, confesamos que el Hijo es engendrado eternamente, y el Espíritu Santo eternamente procedente. Confesamos que nuestra comunión es con el Padre y su Hijo, Jesucristo, en su único Espíritu Santo.

No hay más que un solo Dios y Padre y es reconocido Padre por aquellos que, por la fe en su Hijo único, han renacido de El por el agua y por el Espíritu  (1 Jn 5,1; Jn 3,5). La Iglesia es esta nueva comunión de Dios y de los hombres: unida con el Hijo único, hecho “el primogénito de una multitud de hermanos” (Rm 8,29).  Nos encontramos en comunión con un solo y mismo Padre, en un solo y mismo Espíritu (Ef 4, 4-6)

Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como habéis sido llamados
a una sola esperanza: la de vuestra vocación. Un solo Señor,
una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos:
el que está sobre todos, por todos, y en todos.

Nuestra comunión con el Padre, es en el único Hijo, por el único Espíritu Santo. La filiación es posible porque hemos sido hechos hijos en su Hijo por medio del Espíritu Santo. Es por el Espíritu Santo que la Trinidad Beatísima tiene en nuestra alma en gracia su morada, su casa, su residencia. Participamos así de la naturaleza divina. Esa comunión con Dios es por participación. Esa es la maravilla de la oración, y de ofrecer todo lo que hacemos como oración!.

Cuando hablamos de la Fe, y leímos la encíclica Spe Salvi, vimos que la Fe es la sustancia  de lo que se espera. Para los Padres griegos estaba claro que la hipóstasis debía ser traducida como sustancia; y tradujeron del latín, la fe es la “sustancia” de lo que se espera.

En la oración y en nuestra vida diaria, donde nos encontramos con el Padre, con Jesucristo y con el Espíritu Santo, vivimos por la fe, lo que esperamos, el cielo!. Y con razón dice san Josemaría que las mujeres estamos llamadas a hacer de la tierra un cielo!

La fe es la sustancia, es la garantía, es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven.
Así traduce el misal este pasaje de Hebreos, es la forma de poseer ya desde ahora lo que se espera, porque la fe es la sustancia, lo que es en sí. Es lo que creo.

b. La distinción de las personas divinas.
Aquel al que el Padre ha enviado a nuestros corazones, el Espíritu de su  Hijo (Ga4, 6) es realmente Dios. Consustancial con el Padre y el Hijo, es inseparable de ellos, tanto en la vida íntima de la Trinidad como en su don de amor para el mundo. Pero al adorar a la Santísima Trinidad vivificante, consustancial e indivisible, la fe de la Iglesia profesa también la distinción de las Personas. Cuando el Padre envía a su Verbo, envía también su aliento: misión conjunta en la que el Hijo y el Espíritu Santo son distintos pero inseparables. Sin ninguna duda, Cristo es quien se manifiesta Imagen visible de Dios invisible, pero es el Espíritu Santo quien lo revela.
CEC 689
SON DISTINTOS ENTRE SI POR SU RELACION DE ORIGEN.

c. La relación entre las personas divinas.

William G.T. Shedd, resume la doctrina con estas palabras:

El Espíritu aunque expirado por el Padre y el Hijo, no obstante no procede del Padre y el Hijo como personas sino de la esencia Divina. Su procesión es desde uno, a saber, la esencia; mientras que su expiración es por dos, a saber dos personas. El Padre y el Hijo no son dos esencias, y por lo tanto, no expiran al Espíritu desde dos esencias. No obstante, son dos personas, y como dos personas teniendo una esencia expiran de ella la tercera forma o modo de la esencia –el Espíritu Santo: sus dos actos personales de expiración concurriendo en una sola procesión del Espíritu. Hay dos expiraciones, porque el Padre y el Hijo son dos personas; pero hay solamente una procesión resultante.


LA RELACION

En cuanto a las relaciones San Agustín constata que la relacionalidad forma parte ya de los nombres bíblicos Padre e Hijo. El Padre es Padre por tener al Hijo y viceversa. El ser relativas es lo que caracteriza a las divinas personas, de modo que, en Dios, todo es uno, salvo lo que se afirme de cada una de las tres personas en su diferente relación con las otras. Son las relaciones las que constituyen la esencia de Dios. Las personas no son partes de Dios, puesto que cada una de ellas es, en sí misma y en relación a las otras dos, el único Dios verdadero.

Otra gran contribución de San Agustín es la analogía psicológica de la Trinidad. Su fundamento es que todas las cosas participan de una u otra forma del sumo bien, que es Dios, por tanto en todas hay huellas de la Trinidad (cf. CIC 40-43).  El hombre al haber sido creado a imagen y semejanza de su Creador manifiesta ese parecido a Dios en su realidad espiritual. Este parecido lo descubre San Agustín en las tres potencias del espíritu humano: memoria, inteligencia y voluntad, que no son potencias realmente distintas entre sí, sino aspectos inseparables de la vida espiritual humana. Estas tres potencias nos dan una analogía para comprender la Trinidad de Dios. El Padre (memoria) al conocerse eternamente a sí mismo y de manera perfecta, produce una imagen de sí mismo, el Hijo (inteligencia, Logos), puesto que el conocimiento del Padre es perfecto produce una imagen perfecta, igual al Padre. Por eso dice Cristo,  "quien me ve a mi ve al Padre".  El Espíritu Santo tiene su analogía en la voluntad, que no engendra una imagen de sí misma, sino una tendencia a otro, por eso el Espíritu Santo es don mutuo del Padre y del Hijo. De todas formas todo esto no deja de ser, para San Agustín, una analogía, un tenue reflejo de la realidad de Dios. Lo que no debemos perder de vista es que son co-eternos, ninguno es anterior o posterior al otro, ni ninguno es mayor o menor que el otro. No son tres dioses sino un solo Dios.


CONCLUSIONES.

Lo más importante de todo es que nuestro Dios es un DIOS PERSONAL, y se relaciona con nosotros como lo que es, un Dios Personal.

Podemos descubrir en el matrimonio un icono de la vida intratrinitaria. Aunque siempre las analogías son comparaciones bastante pálidas del misterio podemos explicarlo a través de la unión conyugal, que es la donación de las personas, donde dar-se y recibir al que se entrega, es un acto de amor mutuo, y ese acto de amor es capaz de generar el don más precioso que podemos tener, otra vida. (Esa es la razón de por qué los hijos se engendran por el amor y no se producen en un laboratorio).

La vida humana surge de la donación mutua y entera de toda la persona hacia la otra persona, se acepta y se recibe a la persona entera, de igual forma que se dona y se entrega la persona entera, y en ese entregar y recibir,  la disposición lógica, la disposición del amor, es la de aceptar y recibir el nacimiento de una nueva vida, una nueva persona, el mayor don, el mayor regalo, un hijo!.

De manera tal que por la donación de las personas se engendra una nueva vida, de forma semejante ocurre en la Trinidad; de la donación del Padre al Hijo y del Hijo al Padre procede el único acto de amor perfecto e infinito que es El Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Trinidad.

Recordemos que si la naturaleza es lo mismo que la esencia en cuanto a principio de operaciones, el Espíritu Santo al hacernos partícipes de la naturaleza divina por la gracia, nos hace partícipes del mismo principio de operaciones divino, lo que en términos sencillos entendemos como la Santificación de nuestra alma, es vivir en la intimidad de la Trinidad Beatísima, es decir que la santificación es pensar, actuar y amar como piensa, ama, y actúa nuestro Señor Jesucristo. En pocas palabras como tantas veces lo dijo San Josemaría, ser otros Cristos, el mismo Cristo. “Ya no soy yo es Cristo quien vive en mi” dirá San Pablo.


PREGUNTAS.

1. Explique la diferencia entre Misterio y Dogma.
2. Explique en qué sentido se puede admitir el progreso de un dogma y en qué sentido no, ponga ejemplos.
3. Explique la analogía del espíritu humano que utiliza San Agustín para tratar de explicar la unidad, en la diversidad, de la Santísima Trinidad.