CEC 949-959
La comunión de los santos,
la comunión de los bienes espirituales,
la comunión entre la Iglesia del cielo y la de la
tierra
OBJETIVOS:
1.
Reconocer la diferencia en la comunión, entre los bienes y las personas.
2.
Apreciar, reconocer, agradecer y difundir la doctrina relacionada con la
comunión del cuerpo místico de Cristo.
En
nuestro credo o símbolo de los apóstoles, luego de haber confesado que creemos
en la Iglesia, “creo en la Santa Iglesia Católica”, luego se añade, “la
comunión de los santos”.
Este
artículo es en realidad una explicación del anterior porque, ¿qué es la Iglesia
sino la asamblea de los santos?, la común unión de todos los santos.
Como
habrán leído en muchas de las cartas de Pablo, él escribe diciendo: “ a los
santos de…” luego menciona el lugar.
Ahora
bien como la Iglesia tiene tres dimensiones, la militante, la purgante y la
triunfante, y somos un slo cuerpo, los bienes de unos se comunican con los
otros, así podemos entender que las ánimas del purgatorio aunque no pueden
merecer, sí pueden interceder por nosotros y nosotros beneficiarlas con
nuestros sufragios, oraciones y pequeñas mortificaciones, incluso podemos
aplicarles, por la misericordia infinita de nuestro Dios, la gracia de la
indulgencia plenaria.
Entonces
si hay una comunión de bienes, es porque estamos unidas las personas. Debemos
recordar que esa unión se da porque estamos unidos por Cristo, que como dice
Pablo en colosenses, El es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia, siendo El el
miembro más importante. Cristo es quien nos da cohesión, quien nos mantiene en
la unidad, y por medio del cual recibimos ese intercambio de bienes.
Estos
bienes son en última instancia la comunión con la vida misma de Cristo, la
gracia que se nos transmite a través de los sacramentos. Podemos decir que por
la unión que se realiza en Cristo por el Espíritu Santo, que es quien nos
santifica, en todo el cuerpo de Cristo hay un fondo común de bienes, para todos
aquellos que los quieran recibir.
Los fieles santos se alimentan con el cuerpo y la
sangre de Cristo, el Unico santo para crecer en la comunión con el Espíritu
Santo y comunicarlo al mundo.
I. La comunión de los bienes espirituales.
¿Cuáles son los bienes espirituales?
1. La comunión en la fe. Nuestra fe es la fe de la
Iglesia recibida de los apóstoles, un tesoro que se enriquece cuando se
comparte, es como si al oro que tenemos cada vez le añadimos mayor quilataje,
aquel que no comparte su fe se va apagando.
2. La comunión de los sacramentos. El fruto de los
sacramentos nos pertenece a todos, especialmente el bautismo que es como la
puerta por la que nos hacemos miembros de la Iglesia. La comunión de los santos
es la comunión de los sacramentos. Se dice comunión, porque nos unen a Dios,
sin vínculos sagrados entre nosotros por Cristo. Y de todos los sacramentos
tiene un realce principal la Eucaristía, porque no es solo un vínculo en el
sentido de el bien, sino que es el Bien mismo, Cristo mismo que lleva esta
unidad a su culminación, porque es en su Cuerpo que formamos un solo cuerpo.
3. La comunión de los carismas.
Los carismas son gracias especiales que el Espíritu
Santo reparte para hacer de la Iglesia un cuerpo, no todos tenemos las mismas
gracias, estas están determinadas según la misión que Dios nos ha dado para la
edificación de la Iglesia. Como son gracias especiales del Espíritu Santo,
entonces son manifestaciones propias de Dios, y como son de Dios son para
edificación de los demás. Son gracias especiales sencillas o extraordinarias,
que el Espíritu Santo reparte para que se ejerzan en el orden de la caridad.
Pablo emplea el término griego que significa, favor,
don gratuito, beneficio. Cualquiera que sea su carácter, extraordinario o
sencillo, están ordenados a la gracia santificante y tienen por fin el bien
común de la iglesia.
Romanos 12, 6-8 En este pasaje se habla de dones o
gracias especiales, como la profecía, la enseñanza, los cargos de dirección, la
misericordia (pensamos en las obras) debe ejercerse con jovialidad. Están
también las gracias de estado, que acompañan el ejercicio de las
responsabilidades de la vida cristiana.
Estas gracias no nos justifican ni nos salvan, sin
embargo la consideración de los beneficios de Dios en nuestra vida y en la vida
de los santos nos ofrece una garantía de que la gracia está actuando en
nosotros y nos incita a una fe cada vez mayor y a una actitud de pobreza llena
de confianza.
4. Todos los bienes que, materiales o espirituales
debe ser considerado como un bien común con los demás y de estar dispuesto y
ser diligente para socorrer al necesitado. El cristiano es una administrador de
los bienes del Señor, Lc 16, 1.3; Hch 4,32.
5. La comunión de la caridad.
Rm 14,7 ninguno de nosotros vive para sí mismo; como
tampoco muere nadie para sí mismo.
1 Cor 13, 5. La caridad no busca su interés.
El menor de nuestros actos hecho con caridad repercute
en beneficio de todos, en esta solidaridad entre todos los hombres, vivos o
muertos, que se fundamenta en la comunión de los santos.
Por eso también todo pecado daña a esta comunión, así
como hay comunión de los bienes, también hay comunión de los males. Por eso
estamos llamadas a desagraviar, por nosotras mismas y por lo que no lo hacen, y
ofrecer nuestra vida como una ofrenda a Dios.
II. La comunión
entre la Iglesia del cielo y la de la tierra.
La comunión de la Iglesia peregrina con los hermanos
que han muerto en la paz de Cristo, no solo no se interrumpe, sino que se
refuerza con la comunicación de los bienes espirituales. Por eso San Josemaría
decía al final de su vida, “desde el cielo os ayudaré mas”. O como dijo Santa
Teresa del Niño Jesús: “Pasaré mi cielo haciendo el bien sobre la tierra”.
1. La intercesión de los santos “por el hecho de que
están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la
Iglesia en la santidad, no dejan de interceder por nosotros ante el Padre.
Presentan por medio del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús,
los méritos adquiridos en la tierra, y su solicitad fraterna ayuda mucho a
nuestra debilidad”. LG 49.
2. La comunión con los santos:
No veneramos su recuerdo tan solo como modelos, sino,
sobre todo, para que la unión de toda la Iglesia nos lleve a estar más cerca de
Cristo.
San Policarpo, mártir.
“Nosotros adoramos a Cristo porque es el Hijo de Dios:
en cuanto los mártires, los amamos como discípulos e imitadores del Señor, y es
justo, a causa de su devoción incomparable hacia su rey y maestro; que podamos
nosotros, también nosotros, ser sus compañeros y sus condiscípulos”.
3. La comunión con los difuntos:
2 M 12, 45 dice que es una idea santa y provechosa
orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados.
Nuestra oración por ellos puede no solamente
ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor.
Conclusión.
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en la única familia de Dios. Todos los hijos de Dios y
miembros de una misma familia en Cristo, al unirnos en el amor mutuo y en la
misma alabanza a la Santísima trinidad, estamos respondiendo a la íntima
vocación de la Iglesia. LG 51.
Creemos que en esa comunión del cuerpo Místico de
Cristo, está a nuestra disposición el amor misericordioso de Dios y de sus
santos, que siempre ofrecen oídos atentos a nuestras oraciones.