jueves, 12 de agosto de 2010

La Santísima Trinidad en la doctrina de la Fe.

Catecismo de la Iglesia Católica 249-256.

Citas para profundizar.
Mt. 16, 18
Lc. 22, 32
1 Jn 5,1; Jn 3,5
Rm 8, 29;  Ef. 4, 4-6

Esquema de la clase.

1. La formación del dogma trinitario
       a. Diferencia entre dogma y misterio

2. Progreso del dogma
       a. En qué sentido se puede admitir progreso del dogma y en qué sentido no se puede.

3. Explicación de conceptos necesarios para entender lo que se va a exponer.
       Hipóstasis -  Esencia -  Sustancia -  Naturaleza - Relación.

4. El dogma de la Santísima Trinidad.
       a. Unidad
       b. Diversidad
       c. Relación

5. Conclusiones.

6. PREGUNTAS DE TAREA.


1. La formación del dogma Trinitario.

Cuando hablamos de formación del dogma NO  queremos decir que la Iglesia  “inventó” un dogma.

Primero explicaré la diferencia entre Dogma y Misterio, y al final de esta primera parte como conclusión lo que significa la formación del dogma.

Primer enunciado: La Verdad de que Dios es Trino y Uno es una revelación que hizo Jesucristo, contenida en la Sagrada Escritura, prefigurada en el Antiguo Testamento y de manera explícita revelada por Jesucristo, y asumida por los Apóstoles en sus escritos. Esta verdad revelada es un Misterio, porque excede a nuestra comprensión humana.

Segundo enunciado. La Iglesia durante los primeros siglos formula más claramente su fe trinitaria tanto para profundizar su propia inteligencia de la Fe, como para defenderla de las herejías. Lo que sucedió en los primeros Concilios con la ayuda de los Padres de la Iglesia en su trabajo teológico.
Recordemos lo que hemos visto del Símbolo Atanasiano, San Atanasio en el Concilio de Nicea contra el arrianismo. Explica lo que hay que creer del dogma Trinitario.

Ahora bien, ¿en qué sentido existe “la formación del dogma” como está escrito en la consideración inicial de este tema?.Pasaré a explicar mejor la diferencia entre misterio y dogma.

A. ¿Qué es un Misterio?

"Misterio, en general, es una verdad que no podemos comprender por ir más allá de nuestro entendimiento".

La naturaleza está llena de misterios y vivimos rodeados de realidades que no podemos comprender. Nadie sabe a ciencia cierta qué es exactamente la fuerza de gravedad y mucho menos si se puede controlar. Aún hay muchos "misterios" en el organismo humano y no digamos de las realidades que están físicamente muy alejadas de nosotros, por ejemplo, ¿qué habrá en Aldebarán, que está a 55 años luz de la tierra?

"Misterio, en sentido estricto, es una verdad que no podemos comprender, pero que conocemos y creemos porque Dios nos la ha revelado". Por ejemplo el de la Santísima Trinidad. "Nunca creería en la divinidad de una religión que no tiene misterios", dijo un célebre pensador. En efecto, un Dios que cabe dentro de nuestro entendimiento ya no es Dios. Y una religión que en todo está al alcance de los hombres, en la que todo se puede explicar y comprender, no es divina.
 

Es importante saber que los Misterios no son contrarios a la razón humana, sino que únicamente están por encima de ella. Por ejemplo, las leyes de la electricidad, que son conocidas por un buen físico, son un misterio para el ignorante. Pero esto no quiere decir que vaya contra la razón, sino que le son superiores. No puede haber contradicción entre la razón y los misterios revelados, porque Dios es, a la vez, el autor de la razón y de la Revelación.


B. ¿Y qué es un Dogma?

"Dogma, en sentido amplio, es una verdad contenida en la Revelación divina".


"Dogma, en sentido estricto, son las verdades reveladas por Dios y propuestas como tales por el Magisterio de la Iglesia a los fieles, con la obligación de creer en ellas". Por ejemplo el dogma de la Asunción de la Santísima Virgen a los Cielos.

Quien niega o pone en duda de un modo pertinaz las verdades que han de ser creídas, comete el pecado de herejía.

En el dogma hay dos elementos:

1. Es una verdad revelada por Dios y se halla, por tanto, contenida ya en la Sagrada Escritura, en la Tradición, o en ambas.

2. Es una verdad propuesta por el Magisterio de la Iglesia con obligación de creer en ella.

Esa propuesta puede hacerla la Iglesia, bien de forma extraordinaria, por ejemplo con una solemne definición del Papa o de un Concilio Universal de acuerdo con el Papa, o por el Magisterio Ordinario y universal de toda la Iglesia. (Ej con la Asunción de la Virgen, los Padres de la Iglesia ya hablaban de ello en el año 370, y el dogma fue proclamado hasta el siglo XIX, en el año 1856) – Magisterio Ordinario.

C. Progreso del DOGMA

En época de tanta confusión intelectual como la nuestra, y de tanto orgullo, en que por todas partes surgen quienes pretenden ser Maestros, ya sea en Sagrada Escritura ya sea en las Verdades de la Fe o la Moral, proponiéndonos nuevos avances más acordes con estos tiempos, alguno podría preguntarse: "¿Ha cambiado la enseñanza de la Iglesia? "El contenido de lo que Dios ha revelado, ¿ha aumentado o se ha modificado en algo?"

Trataremos de explicarlo. La Revelación de Dios a los hombres tiene su culminación en Jesucristo. Ya no es un mensajero de Dios el que viene a revelar un aspecto del plan salvador: es Dios mismo. Jesucristo, "con toda su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, prodigios y milagros, y, ante todo, con su muerte y resurrección y, finalmente, enviando al Espíritu de verdad, culmina plenamente la Revelación" (Const. Dogm. Dei Verbum, n.4) .

De lo anterior se desprende que con la muerte del último Apóstol (testigo ocular cualificado), se cerró el contenido del depósito revelado por Dios. La Iglesia, que es depositaria de la Palabra de Dios que es inmutable, no puede quitar o añadir nada. Todas las verdades enseñadas por Dios están contenidas en la Escritura y en la Tradición. Pero no se han conocido y profundizado en toda su amplitud.

De acuerdo con estas dos ideas, precisemos en qué sentido se puede admitir el progreso del dogma católico, y en qué sentido no.

1° Con la muerte de los Apóstoles quedó terminada la Revelación; y después de ellos Dios no ha revelado ninguna verdad nueva.

En consecuencia, cuando la Iglesia define solemnemente un nuevo dogma, no establece una verdad nueva, no contenida en la Escritura y en la Tradición; sino que por el contrario declara que esta verdad está contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición; y que por lo mismo hay que admitirla.

Los dogmas no pueden cambiar de sentido; pero sí pueden cambiar los términos en que son expresados. No pueden cambiar de sentido. Lo que la Iglesia aceptó ayer como verdadero, no puede hoy rechazarlo como falso; o el caso inverso. 


Ello equivaldría a negar la asistencia que Dios prometió. Pero sí sucede que los dogmas se pueden expresar con palabras más claras y precisas.

Por ejemplo, desde un principio se admitió que por las palabras de la consagración el pan se cambia en el cuerpo de Cristo. Pero la palabra transubstanciación (cambio de una substancia en otra) la empleó por primera vez la Iglesia en el IV Concilio de Letrán, 1215.

3° El progreso del dogma consiste en que la Iglesia enseña de modo más claro y explícito, verdades que estaban contenidas en la Escritura y en la Tradición de modo velado e implícito.

Así el dogma de la infalibilidad del Papa estaba contenido en forma implícita y velada en las palabras: "Tú eres Pedro, y sobre ti edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16,18). O en estas otras, dirigidas también a Pedro: "He rogado por ti para que tu fe no perezca, y tú, confirmado en ella, confirma a tus hermanos" (Lc 22,32).

Y el Concilio Vaticano I definió el dogma de una manera explícita, precisando que el Papa es infalible cuando habla de dogma o moral a toda la Iglesia, en calidad de maestro supremo.

No debe extrañarnos este progreso, pues la Sagrada Escritura es un libro lleno de profunda y misteriosa sabiduría, de suerte que no entrega de una vez todas las verdades que contiene, sino a medida que se estudia y se reflexiona sobre ellas.


Ahora bien, para formular el dogma la Iglesia tuvo que  crear una terminología propia con ayuda de nociones de origen filosófico. Sin que esto significara reducir el misterio para hacerlo “comprensible”, sino más bien para tratar de enunciarlo y comunicarlo lo mejor posible, según  nos permite nuestra limitación.

Para esto creó una terminología propia con ayuda de nociones de origen filosófico. Tales como:

Hipóstasis
La traducción más cercana de esta palabra es:  "persona".  Su significado es "realidad substancial".  Orígenes decía que en la Trinidad cada miembro tenía diferente Hipóstasis.  Para la iglesia primitiva y los primeros Padres de la iglesia (hasta el concilio de Nicea en el año 325), la palabra Hipóstasis era usada de forma alternativa con la palabra ousia que significa esencia o ser. Durante el Concilio de Nicea se utilizó homoousios (un compuesto de la palabra griega ousia) para definir que la Trinidad, Padre, Hijo, y Espíritu Santo, comparten una misma substancia o esencia.

Esencia
1. La cuestión de la esencia. La palabra castellana esencia traduce la latina essentia y esta última tiene un claro parentesco con el término esse, ser. A este parentesco alude Santo Tomás al escribir: «se llama esencia, essentia, en cuanto que por ella y en ella el ente tiene ser, esse».
Lo que hace que algo sea lo que es.


Sustancia
En lengua castellana, substancia o sustancia (del latín substantia) es palabra que se usa con sentidos varios, pero que de algún modo apuntan a la misma realidad. Así, se habla de la s. de los alimentos para referirse a la parte nutritiva y aprovechable de los mismos, o al jugo o caldo alimenticio que se extrae de ciertas materias; también se llama s. a cualquier cosa con que otra se aumenta y nutre y sin la cual se acaba. Se habla de la s. de un asunto o negocio para referirse a lo esencial y fundamental de la cuestión, es decir, para referirse a la naturaleza y esencia de las cosas. A estos sentidos, que se recogen en el Diccionario de la Real Acad. Española de la Lengua, se puede añadir el de s. química, que son aquellos compuestos (v.) químicos homogéneos, uniformes y de características invariables, tales como, p. ej., el azufre, el hierro, la sal o el azúcar, que se diferencian de las mezclas o composiciones heterogéneas y variables de diversas substancias. En todos estos usos de la palabra s. se apunta, de una manera u otra, a una realidad de fondo, a la s. como aquello que, siendo diverso y sustrato de los accidentes, le compete por naturaleza existir en sí.

Vemos que inclusive la palabra sustancia expresa “la naturaleza de existir en sí”.

Entonces la Iglesia utiliza el término “substancia” traducido a veces también por “esencia” o por “naturaleza” para designar el ser divino en su unidad. Y hablamos de la consubstancialidad, de la misma sustancia, o de la misma esencia, o de la misma naturaleza, éstos términos indican la unidad de la divinidad. Naturaleza es lo mismo que la esencia en cuanto principio de operaciones.

También utiliza el término “persona” o “hipóstasis” para designar a cada una de las personas de la Trinidad, el Padre, el Hijo y al Espíritu Santo en su distinción real entre sí.

El término relación explica el hecho de que su distinción reside en referencia de cada uno a los otros.

II. El dogma de la Santísima Trinidad.

En esta parte voy a explicarles: la unidad, la distinción de las personas y la relación.


a. La trinidad es una. Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios, no tres dioses sino un solo Dios en tres personas: La trinidad consubstancial, (como se definió en el Concilio de Constantinopla II, año 553). De tal modo que el Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre y el Espíritu Santo, un solo Dios por naturaleza, (definido así en el Concilio de Toledo XI, año 675). Explicado en el Concilio de Letrán IV en el año 1215 como que “cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina”.

De tal forma que cuando decimos Padre “nuestro”, es al Padre de nuestro Señor Jesucristo a quien nos dirigimos personalmente. No dividimos la divinidad, confesamos que el Hijo es engendrado eternamente, y el Espíritu Santo eternamente procedente. Confesamos que nuestra comunión es con el Padre y su Hijo, Jesucristo, en su único Espíritu Santo.

No hay más que un solo Dios y Padre y es reconocido Padre por aquellos que, por la fe en su Hijo único, han renacido de El por el agua y por el Espíritu  (1 Jn 5,1; Jn 3,5). La Iglesia es esta nueva comunión de Dios y de los hombres: unida con el Hijo único, hecho “el primogénito de una multitud de hermanos” (Rm 8,29).  Nos encontramos en comunión con un solo y mismo Padre, en un solo y mismo Espíritu (Ef 4, 4-6)

Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como habéis sido llamados
a una sola esperanza: la de vuestra vocación. Un solo Señor,
una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos:
el que está sobre todos, por todos, y en todos.

Nuestra comunión con el Padre, es en el único Hijo, por el único Espíritu Santo. La filiación es posible porque hemos sido hechos hijos en su Hijo por medio del Espíritu Santo. Es por el Espíritu Santo que la Trinidad Beatísima tiene en nuestra alma en gracia su morada, su casa, su residencia. Participamos así de la naturaleza divina. Esa comunión con Dios es por participación. Esa es la maravilla de la oración, y de ofrecer todo lo que hacemos como oración!.

Cuando hablamos de la Fe, y leímos la encíclica Spe Salvi, vimos que la Fe es la sustancia  de lo que se espera. Para los Padres griegos estaba claro que la hipóstasis debía ser traducida como sustancia; y tradujeron del latín, la fe es la “sustancia” de lo que se espera.

En la oración y en nuestra vida diaria, donde nos encontramos con el Padre, con Jesucristo y con el Espíritu Santo, vivimos por la fe, lo que esperamos, el cielo!. Y con razón dice san Josemaría que las mujeres estamos llamadas a hacer de la tierra un cielo!

La fe es la sustancia, es la garantía, es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven.
Así traduce el misal este pasaje de Hebreos, es la forma de poseer ya desde ahora lo que se espera, porque la fe es la sustancia, lo que es en sí. Es lo que creo.

b. La distinción de las personas divinas.
Aquel al que el Padre ha enviado a nuestros corazones, el Espíritu de su  Hijo (Ga4, 6) es realmente Dios. Consustancial con el Padre y el Hijo, es inseparable de ellos, tanto en la vida íntima de la Trinidad como en su don de amor para el mundo. Pero al adorar a la Santísima Trinidad vivificante, consustancial e indivisible, la fe de la Iglesia profesa también la distinción de las Personas. Cuando el Padre envía a su Verbo, envía también su aliento: misión conjunta en la que el Hijo y el Espíritu Santo son distintos pero inseparables. Sin ninguna duda, Cristo es quien se manifiesta Imagen visible de Dios invisible, pero es el Espíritu Santo quien lo revela.
CEC 689
SON DISTINTOS ENTRE SI POR SU RELACION DE ORIGEN.

c. La relación entre las personas divinas.

William G.T. Shedd, resume la doctrina con estas palabras:

El Espíritu aunque expirado por el Padre y el Hijo, no obstante no procede del Padre y el Hijo como personas sino de la esencia Divina. Su procesión es desde uno, a saber, la esencia; mientras que su expiración es por dos, a saber dos personas. El Padre y el Hijo no son dos esencias, y por lo tanto, no expiran al Espíritu desde dos esencias. No obstante, son dos personas, y como dos personas teniendo una esencia expiran de ella la tercera forma o modo de la esencia –el Espíritu Santo: sus dos actos personales de expiración concurriendo en una sola procesión del Espíritu. Hay dos expiraciones, porque el Padre y el Hijo son dos personas; pero hay solamente una procesión resultante.


LA RELACION

En cuanto a las relaciones San Agustín constata que la relacionalidad forma parte ya de los nombres bíblicos Padre e Hijo. El Padre es Padre por tener al Hijo y viceversa. El ser relativas es lo que caracteriza a las divinas personas, de modo que, en Dios, todo es uno, salvo lo que se afirme de cada una de las tres personas en su diferente relación con las otras. Son las relaciones las que constituyen la esencia de Dios. Las personas no son partes de Dios, puesto que cada una de ellas es, en sí misma y en relación a las otras dos, el único Dios verdadero.

Otra gran contribución de San Agustín es la analogía psicológica de la Trinidad. Su fundamento es que todas las cosas participan de una u otra forma del sumo bien, que es Dios, por tanto en todas hay huellas de la Trinidad (cf. CIC 40-43).  El hombre al haber sido creado a imagen y semejanza de su Creador manifiesta ese parecido a Dios en su realidad espiritual. Este parecido lo descubre San Agustín en las tres potencias del espíritu humano: memoria, inteligencia y voluntad, que no son potencias realmente distintas entre sí, sino aspectos inseparables de la vida espiritual humana. Estas tres potencias nos dan una analogía para comprender la Trinidad de Dios. El Padre (memoria) al conocerse eternamente a sí mismo y de manera perfecta, produce una imagen de sí mismo, el Hijo (inteligencia, Logos), puesto que el conocimiento del Padre es perfecto produce una imagen perfecta, igual al Padre. Por eso dice Cristo,  "quien me ve a mi ve al Padre".  El Espíritu Santo tiene su analogía en la voluntad, que no engendra una imagen de sí misma, sino una tendencia a otro, por eso el Espíritu Santo es don mutuo del Padre y del Hijo. De todas formas todo esto no deja de ser, para San Agustín, una analogía, un tenue reflejo de la realidad de Dios. Lo que no debemos perder de vista es que son co-eternos, ninguno es anterior o posterior al otro, ni ninguno es mayor o menor que el otro. No son tres dioses sino un solo Dios.


CONCLUSIONES.

Lo más importante de todo es que nuestro Dios es un DIOS PERSONAL, y se relaciona con nosotros como lo que es, un Dios Personal.

Podemos descubrir en el matrimonio un icono de la vida intratrinitaria. Aunque siempre las analogías son comparaciones bastante pálidas del misterio podemos explicarlo a través de la unión conyugal, que es la donación de las personas, donde dar-se y recibir al que se entrega, es un acto de amor mutuo, y ese acto de amor es capaz de generar el don más precioso que podemos tener, otra vida. (Esa es la razón de por qué los hijos se engendran por el amor y no se producen en un laboratorio).

La vida humana surge de la donación mutua y entera de toda la persona hacia la otra persona, se acepta y se recibe a la persona entera, de igual forma que se dona y se entrega la persona entera, y en ese entregar y recibir,  la disposición lógica, la disposición del amor, es la de aceptar y recibir el nacimiento de una nueva vida, una nueva persona, el mayor don, el mayor regalo, un hijo!.

De manera tal que por la donación de las personas se engendra una nueva vida, de forma semejante ocurre en la Trinidad; de la donación del Padre al Hijo y del Hijo al Padre procede el único acto de amor perfecto e infinito que es El Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Trinidad.

Recordemos que si la naturaleza es lo mismo que la esencia en cuanto a principio de operaciones, el Espíritu Santo al hacernos partícipes de la naturaleza divina por la gracia, nos hace partícipes del mismo principio de operaciones divino, lo que en términos sencillos entendemos como la Santificación de nuestra alma, es vivir en la intimidad de la Trinidad Beatísima, es decir que la santificación es pensar, actuar y amar como piensa, ama, y actúa nuestro Señor Jesucristo. En pocas palabras como tantas veces lo dijo San Josemaría, ser otros Cristos, el mismo Cristo. “Ya no soy yo es Cristo quien vive en mi” dirá San Pablo.


PREGUNTAS.

1. Explique la diferencia entre Misterio y Dogma.
2. Explique en qué sentido se puede admitir el progreso de un dogma y en qué sentido no, ponga ejemplos.
3. Explique la analogía del espíritu humano que utiliza San Agustín para tratar de explicar la unidad, en la diversidad, de la Santísima Trinidad.