Todos y cada uno de los hombres pasan la vida buscando la
felicidad eterna, el ser siempre felices. Se busca algo que nunca se
acabe, una felicidad infinita que sea capaz de llenarle. Esto trae como
consecuencia la necesidad de certezas, de algo en qué agarrarse.
En el interior del hombre existe un afán de felicidad y de realización,
que es parte de la naturaleza humana, las personas están llamadas a vivir
en comunión con Cristo.
Únicamente el amor de Dios puede llenar al hombre completamente.
Como esta felicidad tan ansiada, este amor que no cesa es difícil de
encontrar muchos se desvían en su búsqueda poniendo la felicidad en
cosas, o personas que nunca van a dar la satisfacción plena. Otros
desisten y otros desesperan.
El deseo o la nostalgia de Dios, como diría nuestra querido
Benedicto XVI, está inscrito en el corazón del hombre, en su propia
naturaleza, porque hemos sido creados por Dios. El hombre en su propia
naturaleza une el mundo espiritual y el mundo material.
Dios se revela
Dios, conoce esta dificultad y ama al hombre con un amor infinito, busca
al hombre para ayudarlo a encontrar el verdadero camino hacia la
felicidad, el amor eterno. Se revela en Jesucristo invitándolos a llevar
una vida de comunión con Él. Para ello, Dios se le revela al hombre, para
que lo conozca a Él y su Plan para con Él. Se va dando a conocer a través
de la Revelación.
Hay quienes piensan que el cristianismo es una ideología o una doctrina
filosófico-teológica. Otros lo equiparan con las demás religiones que son
intentos del hombre para acercarse a Dios. El cristianismo no es una
creación de la mente humana, ni siquiera una doctrina moral, es la
auténtica revelación de Dios que se hace hombre por amor al hombre para
abrirle el camino a la vida eterna, le infunde fuerzas y le enseña cuál
debe ser su conducta. La religión cristiana nace por iniciativa de Dios.
El cristianismo es la respuesta del hombre a Dios que se revela en
Cristo.
La Revelación comienza cuando Dios escoge a un pueblo, haciendo una
alianza con él, dándole muestras de amor. Este pueblo de Israel le
servirá para manifestar su amor. A este pueblo elegido le da alimento,
bebida, pero en especial le da los diez mandamientos, que son el camino a
la felicidad, la guía para vivir en comunión con Dios. Como a pesar de
las manifestaciones del amor de Dios, el pueblo sigue siendo infiel, Dios
envía a su Hijo para que el hombre entienda.
La Iglesia reconoce en las otras religiones la búsqueda “todavía
en sombras y bajo imágenes, del Dios desconocido pero próximo ya que es
El quien da a todos vida, el aliento y todas las cosas y quiere que todos
los hombres se salven.
LG 16.
Con
demasiada frecuencia los hombres, engañados por el Maligno se pusieron a
razonar como persona vacía y cambiaron el Dios verdadero por un ídolo
falso, sirviendo a las criaturas en vez de al Creador….otras veces están
expuestos a la desesperación más radical…
Leer 2566 (para enseñarles a buscar paralelos)
¿de qué manera el hombre es engañado, puede tener orígenes muy
diversos: la rebeldía contra el
mal, la ignorancia o la indiferencia religiosa, los afanes del mundo y de
las riquezas, el mal ejemplo de los creyentes, las ideologías hostiles a
la religión, y finalmente esa actitud del hombre pecador que por miedo se
oculta de Dios y huye ante su llamada.
Como dijo el Papa al inicio de su pontificado, reforzando lo que
había dicho JPII, no tengan miedo! Dios nos lo da todo, no nos quita
nada.
El diccionario define nostalgia como pena de verse ausente de la
patria o de los parientes o amigos, o también como tristeza melancólica
originada por el recuerdo de una dicha perdida.
“Todos juntos somos la familia de Dios, hermanos y hermanas en
virtud de un único Padre: En Cristo todos nos pertenecemos unos a otros”.
El Papa habla a la Iglesia en África y la invita a la
reconciliación: “La Iglesia en
África al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz”.
¿Y en qué consiste la reconciliación? En recuperar la concordia y
la amistad con Dios, con uno mismo, con los demás y con la creación. De
esto forma parte, primero, “la capacidad de reconocer la culpa y de pedir
perdón: a Dios y al otro” (sacudirse de encima el espejismo de ser
inocentes);
segundo, “la disponibilidad a la penitencia, la disponibilidad
para sufrir hasta el fondo por una culpa y para dejarse transformar”;
y tercero, la gratuidad, es decir, “la disponibilidad a ir más
allá de lo necesario, a no pedir cuentas, sino a ir más allá de lo que
exigen las simples condiciones jurídicas”.
Gratuidad es la “disponibilidad para dar el primer paso. Salir en
primer lugar al encuentro del otro, ofrecerle la reconciliación, asumir
el sufrimiento que implica la renuncia a tener razón”. Todo esto lo hizo
primero Jesús en la cruz.
Por aquí enlazó el Papa con la necesidad de redescubrir el
Sacramento de la Penitencia y la Reconciliación (la Confesión), con una
afirmación clave: “El hecho de que éste [sacramento] haya desaparecido en
gran medida de los hábitos existenciales de los cristianos es un síntoma
de una pérdida de la verdad sobre nosotros mismos y sobre Dios, una
pérdida que pone en peligro a nuestra humanidad y disminuye nuestra
capacidad para la paz”.
Cuando no reconocemos nuestro pecado no necesitamos redentor, por
ende la confesión se relega, y se suplanta por el sicólogo, no es que
tenga nada en contra de este gremio, pero cito a una mujer psiquiatra que
decía: “una buena confesión tiene un efecto de recuperación mejor en el
paciente, que lo que podría tardar 3 años de sesiones”.
La nostalgia de Dios, al ver que lo que nos rodea siempre es
insuficiente para esta búsqueda de la felicidad verdadera.
Esta búsqueda del hombre exige del hombre todo el esfuerzo de su
inteligencia, la rectitud de su voluntad, “un corazón recto”, y también
el testimonio de otros que le enseñen a buscar a Dios.
368.
La tradición espiritual de la Iglesia también presenta el corazón en su
sentido bíblico de “lo más profundo del ser” (Jr 31,33), donde la persona
se decide o no por Dios (Dt 6,5; Is 29,13; Lc 8,15; Rm 5,5)
“El encuentro con Dios Amor no sólo comprende el corazón, sino
también el entendimiento: “El reconocimiento del Dios vivo es una vía
hacia el amor, y el sí de nuestra voluntad a la suya abarca
entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto único del amor.”
(mensaje del Papa para la cuaresma 2013).
El hombre es capaz de Dios, capaz porque tiene en sí esa nostalgia
de felicidad verdadera que no se sacia con los bienes de este mundo.
II. Las vías de acceso al conocimiento de Dios.
Llamado a conocer y a amar a Dios, el hombre que busca a Dios
descubre ciertas “vías” para acceder al conocimiento de Dios, se las llama
también “pruebas de la existencia de Dios”, no en el sentido de las
ciencias exactas, sino en el sentido de “argumentos convergentes y
convincentes” que permiten llegar a verdaderas certezas.
Estas vías tienen como punto de partida el mundo material y el ser humano.
El mundo:
A partir del movimiento, del devenir (cambio), de la contingencia
(puede ser o no ser) por lo tanto si puede no ser y luego es, quien le da
la capacidad de ser es uno que no es contingente, porque tiene el ser por
sí mismo.
1. La
experiencia nos muestra que las cosas pueden
existir o no existir (son contingentes), pues
pueden ser producidas o destruidas.
2. Es
imposible que las cosas sometidas a la posibilidad de no existir existan
siempre.
3. Por lo
tanto, hubo un tiempo en que nada existió.
4. Si
ahora existen cosas tiene que ocurrir que exista un ser necesario, pero
este ser necesario no puede tener su existencia a partir de otro ser
puesto que en tal caso no sería propiamente necesario.
5. Tiene
que existir un ser que sea absolutamente necesario cuya
causa de su existencia y necesidad no esté en otro sino en él mismo y que
sea causa de la existencia de los demás, y éste es Dios.
(Sto. Tomás de A., s. th)
Rm 1,
19-20.
“Lo
que de Dios es puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó.
Porque lo invisible de Dios desde la creación del mundo se deja ver a la
inteligencia a través de sus obras:
su poder eterno y su divinidad”.
(Para
Santo Tomás la característica básica de toda la realidad creada es la
contingencia, el ser así pero poder ser de otro modo, el existir pero
poder no existir, o no existir y poder existir. La razón última que
explica la contingencia o carácter radicalmente indigente de todos los
seres creados es la existencia en ellos de una composición metafísica básica,
la composición de esencia y
existencia. Todos los seres creados son seres compuestos: las
substancias puramente espirituales como las almas humanas y los ángeles
constan de la composición metafísica citada de esencia y existencia, y en
el caso de los seres corpóreos, además, de composición material. Que estén compuestos de esta manera
quiere decir que la existencia es un añadido a la esencia –o la esencia a
la existencia, como se quiera–. Cuando una característica se
encuentra en la esencia de una cosa, esa cosa necesariamente la ha de
poseer: puesto que el tener tres líneas rectas se encuentra en la
esencia de los triángulos, dado un triángulo se tienen que dar
necesariamente tres líneas rectas; en la esencia del hombre se
encuentra el tener voluntad, por lo que dado un hombre, necesariamente
debe poseer voluntad; pero si la característica no se encuentra en dicha
esencia, la cosa la posee de forma contingente, no necesaria: el tener
una altura de diez centímetros es algo añadido y no esencial al triángulo
o tener color blanco es un añadido no esencial al hombre, por ello se
puede ser triángulo sin tener diez centímetros de altura u hombre sin ser
blanco. Del mismo modo, a las
cosas les corresponde en último término la gratuidad completa de su
existencia pues la existencia no se encuentra en su esencia, por ello
pueden dejar de existir si existen o pueden existir si no existen. Santo Tomás creerá que la contingencia
de las cosas exige para dar cuenta de su presencia en el mundo, para dar
cuenta de su existencia, de un ser necesario que la haya puesto en el
ser. Ese ser necesario es Dios.)
El hombre: con su apertura a la verdad. “Muchos hombres mentirosos
conocí pero ninguno que quisiera ser engañado” Sn Agustín.
A la belleza, con su sentido del bien moral, (porque sigue la ley
natural), con su libertad y la voz de su conciencia, con su aspiración al
infinito y a la dicha, por todo esto el hombre se interroga sobre la
existencia de Dios.
En estas aperturas, percibe signos de su alma espiritual, la semilla
de eternidad que lleva en sí, al ser irreductible a la materia.
Ahora bien, las facultades del hombre lo hacen capaz de conocer la
existencia de un Dios personal. Pero para que el hombre pueda entrar en
su intimidad, Dios ha querido revelarse al hombre y darle la gracia de
poder acoger en la fe esa revelación en la fe.
Sin embargo las pruebas de la existencia de Dios pueden disponer a
la fe y ayudar a ver que la fe no se opone a la razón humana.
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