miércoles, 12 de mayo de 2010

El Cannon de las Sagradas Escrituras

Catecismo Iglesia Católica 120-130

Objetivos generales:

1. Entender qué significa canon
2. Reconocer en el canon del Antiguo Testamento, la figura escondida de Cristo
3. Encontrar en el Nuevo Testamento la plenitud del Antiguo Testamento
4. Descubrir que la unidad de los dos Testamentos deriva de la unidad del plan de Dios y de su Revelación.

Objetivo específico:

Animarse a hacer de la Palabra de Dios, una Palabra que conforme nuestra forma de pensar y de vivir según la Voluntad de Dios.

Introducción:

Como marco de referencia es importante saber qué significa la palabra canon, de donde deriva, qué significa, cuándo se usó por primera vez en referencia a la Sagrada Escritura.

Para iniciar es necesario reconocer que, el Espíritu Santo es quien conduce a la Iglesia hacia la Verdad completa, Jn 16, 13 y que es a través de la Tradición Apostólica que se discierne cuáles son los libros que integran el canon de la Sagrada Escritura.

En realidad este párrafo anterior y el objetivo específico son las dos cosas más importantes que tengo que decir, fuera de eso, todo lo demás es un conocimiento importante pero secundario, que servirá de muy poco sino hacemos de la Palabra de Dios un encuentro con Jesucristo. Porque nosotras no seguimos una idea, unos conocimientos, ni siquiera somos cristianas porque seguimos unos lineamientos morales. No, somos cristianos porque seguimos a Cristo, porque El no es una idea, sino un amigo, nuestro Tesoro, nuestra Delicia, la Perla de Gran Precio, que camina a nuestro lado, a quien le confiamos nuestra vida!

1. Como punto inicial debemos decir que el Canon del Antiguo Testamento comprenden 46 escritos 45 si se toman Jeremías y Lamentaciones como uno solo, y 27 libros para el Nuevo Testamento.

2. ¿Qué significa canon?
La voz canon proviene del griego Kanón, que significaba primitivamente caña recta de madera, una regla que era empleada por los carpinteros”. En sentido metafórico indicaba cierta medida, ley o norma de obrar, por eso hablamos de los cánones éticos, o los cánones de conducta.

La razón para llamar “canon” a la colección de libros sagrados, era debido a que, por su pureza de lengua, eran dignos de ser considerados como modelos. 

La fe, o sea la doctrina revelada, es la regla que ha de servir para juzgarlo todo; y como la Sagrada Escritura fue considerada, ya desde los orígenes de la Iglesia como el libro que contenía la Revelación, es decir, la regla de fe y de vida, se llegó de un modo natural a hablar del canon de las Escrituras para designar esta regla escrita, y se comenzó a dar el nombre de canon a la colección de libros inspirados.

Probablemente el primero que emplea la palabra canon sea Orígenes en el s. III; pero el que con seguridad aplica el término canon a la Sagrada Escritura es San Atanasio hacia el año 350.

3. Del sustantivo canon se deriva el adjetivo “canónico”. Este término aparece con certeza en el Concilio de Laodicea (cerca del año 360), en el cual se establece que, en la Iglesia se lean tan solo los libros canónicos del Nuevo y del Antiguo Testamento; y que no se lean los acanónicos.

Finalmente, del adjetivo canónico se formó el término abstracto canonicidad, que expresa la cualidad de algún libro que por su autoridad y origen es divino y, en cuanto tal, ha sido introducido por la Iglesia en el canon de los Libros Sagrados.  Subrayo la frase porque la Iglesia es la única autoridad legítima que pude determinar con certeza infalible si tal libro es canónico o no lo es.

Cuando hablamos de la canonización de un persona, hablamos de alguien cuya vida es puesta como medida, como ejemplo de virtud y de amor a Dios y a la Iglesia; algo que solo la Iglesia puede determinar y proclamar solemnemente.


II. Vamos a hablar del Antiguo Testamento.

El Antiguo Testamento es una parte de la Sagrada Escritura de la que no se puede prescindir y muy fácilmente dejamos de lado su lectura y estudio. Sus libros son igualmente inspirados y conservan un valor permanente, porque la Antigua Alianza no se ha revocado, o anulado.

En efecto, “el fin principal de la economía del Antiguo Testamento era preparar la venida de Cristo, y aunque los libros contienen elementos imperfectos y pasajeros, sus libros dan testimonio de toda la pedagogía divina, del amor salvífico de Dios.

La Iglesia ha rechazado siempre, de manera vigorosa, la idea de que el Nuevo Testamento ha hecho caduco el Antiguo; de hecho eso se conoce como marcionismo. Marción enseñaba que el Dios del Antiguo Testamento no era el mismo que el Padre del Nuevo.

Vemos como la Iglesia de Cristo está preparada maravillosamente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua Alianza, en la liturgia la Iglesia conserva como parte integrante e irremplazable, haciéndolos suyos, algunos elementos del culto de la Antigua Alianza:

a. La lectura del Antiguo Testamento
b. la oración de los salmos
c. sobre todo la memoria de los acontecimientos salvíficos y de las realidades significativas que encontraron su cumplimiento en el misterio de Cristo, como son la Promesa y la Alianza; el Éxodo y la Pascua, el Exilio y el retorno.

Sobre esta armonía se articula la catequesis pascual del Señor.  Esta catequesis pone de manifiesto lo que permanecía oculto bajo la letra del Antiguo Testamento: el misterio de Cristo. Es llamada catequesis “tipológica” o de “prefiguración” como en otras ocasiones les he comentado.

Por eso, la relectura en el Espíritu de Verdad a partir de Cristo, las figuras son explicadas. Así, el diluvio y el arca de Noe prefiguraban la salvación por el Bautismo 1 Ped 3,21; y lo mismo la nube, y el paso del mar Rojo; el agua de la roca era figura de los dones espirituales de Cristo, 1Cor 10, 1-6; el maná del desierto prefiguraba la Eucaristía “el verdadero pan del cielo” Jn 6, 32.

Así la Iglesia, especialmente durante los tiempos de Adviento y Cuaresma y sobre todo en la Vigilia Pascual, relee y revive todos estos acontecimientos de la historia de la salvación en el “hoy” de su Liturgia.

Entonces el Antiguo Testamento es una parte de la Sagrada Escritura de la que no se puede prescindir.  Por eso cuando la Iglesia lee el Antiguo Testamento 2Cor 3,14, investiga en él (Jn 5, 39-46) lo que el Espíritu “que habló por los profeta”, quiere decirnos acerca de Cristo.


No sabemos con certeza cuándo comenzaron los judíos a reunir los Libros Sagrados en colecciones. Pero sí sabemos con plena seguridad que los judíos poseían libros que consideraban como sagrados y los rodeaban de gran veneración.

El canon judío de los Libros Sagrados ignoramos cuándo fue definitivamente cerrado. Para unos sería en tiempo de Esdras y Nehemías (s. V a.C.); para otros, en la época de los Macabeos (s. II a.C.). Lo cierto es que los judíos tenían en el siglo I de nuestra era una colección de libros Sagrados, que consideraban como inspirados por Dios, y contenían la revelación de la voluntad divina hecha a los hombre.

Jesucristo, los apóstoles y la Iglesia primitiva recibieron de los judíos el canon del Antiguo Testamento.

En efecto, el texto sagrado usado por los apóstoles fue la versión de los Setenta, como se desprende del hecho de que de unas 350 citas del Antiguo Testamento que aparecen en el Nuevo, unas 300 concuerdan con el texto de los Setenta. Esto demuestra que los apóstoles se servían del texto griego de los Setenta como del texto sagrado por excelencia. Lo cual indica que era aprobado por los mismos apóstoles, como afirma San Agustín. Y, por consiguiente, admitían como canónicos e inspirados todos los libros en ella contenidos, incluso los deuterocanónicos, que formaban parte de dicha versión. Como los apóstoles eran los custodios del depósito de la fe, cuya fuente es la Sagrada Escritura, si no hubieran considerado los libros deuterocanónicos como inspirados, tendrían obligación estricta de advertirlo a los fieles. Tanto más cuanto que los deuterocanónicos estaban mezclados con los protocanónicos en la versión de los Setenta. Ahora bien, en ningún documento antiguo encontramos la mínima huella de una tal advertencia. Todo lo contrario, los testimonios antiguos afirman que la Iglesia recibió la colección

 completa de los libros del Antiguo Testamento de los apóstoles, como vamos a ver en seguida.

Los protestantes, al rechazar la Tradición, se vieron obligados a juzgar de la canonicidad de los Libros Sagrados por criterios propiamente internos. Para Calvino este criterio sería “el testimonio secreto del Espíritu” que curiosamente no guarda unidad!; para Lutero, la concordia de la enseñanza de un libro con la doctrina de la justificación por la sola fe. Razón por la cual no quería considerar algunos versículos de la carta de Pedro, y la carta de Santiago.

2 Ped 2, 20

Pues ante todo debéis saber que ninguna profecía de la Escritura depende de la interpretación privada.

Santiago 2, 14

¿De qué sirve, hermanos míos, que uno diga tener fe, si no tiene obras? ¿Acaso la fe podrá salvarle?

Entonces vemos que cuando Pablo le dice a Timoteo que la Palabra de Dios es inspirada y útil para enseñar, para argumentar, para corregir y para educar en la justicia, con el fin de que el hombre de Dios esté bien dispuesto, preparado para toda obra buena, 2 Tim 3, 14; le está hablando del Antiguo Testamento, y de la versión que contiene el libro de los Macabeos, donde ser recomienda la oración por los difuntos.

Como Conclusión:

3. La Importancia del Nuevo Testamento para los Cristianos.

Del Nuevo Testamento, cuyo centro es Jesucristo, debemos decir que nos transmite la verdad definitiva de la Revelación divina. En él los cuatro evangelios Mateo, Marcos, Lucas y Juan, son el principal testimonio de la vida y doctrina de Jesús, y constituyen el corazón de todas las Escrituras y ocupan un puesto único en la Iglesia.

4. Finalmente descubrimos que la unidad que existe entre el Antiguo Testamento y el Nuevo deriva del único proyecto salvífico de Dios. El Antiguo Testamento prepara el Nuevo, mientras que éste da cumplimiento al Antiguo: ambos se iluminan recíprocamente