miércoles, 26 de mayo de 2010

INTRODUCCION A LA ANTROPOLOGIA I

La necesidad de una antropología cristiana para la nueva evangelización.

El reto que enfrenta nuestra sociedad actual con referencia a la inculturación de la fe hace necesario que el anuncio de la Buena Nueva del Evangelio, responda a una serie de interrogantes, tan antiguas como actuales: ¿quién soy?, ¿qué es la verdad?, ¿existe Dios?.

Enfrentamos en esta época una tendencia a no reconocer nada como definitivo, y a tener como medida última de todo, el propio criterio con sus gustos bajo la apariencia de libertad; esto convierte a cada persona en una isla, alejada de toda verdad objetiva, encerrada en su propio “yo”; que sacrifica la verdad en el altar del egoísmo.

Por eso se hace necesaria la búsqueda de la verdad desde una antropología que sepa responder a los interrogantes sobre el origen del hombre y su fin, sin miedo a descubrir lo que la razón, a partir de la ley natural intuye, y la fe confirma, sin que por eso haya contradicción: que el origen del hombre está en Dios y tiende a El como a su fin.

En el libro del Génesis 1, 27 leemos “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó…” Esto significa que toda la vida humana, desde su concepción hasta la muerte, lleva la imagen de Dios.

En el hombre se unen el cielo y la tierra. Dios establece una relación directa con el hombre al transmitirle su imagen; no sólo lo hace capaz de gozar de su presencia, haciéndolo semejante a El, sino que por ser su Creador, lo conoce y ama de manera particular; de manera semejante al amor que tienen los padres por sus hijos.
Todo ser humano, sea rico o pobre; esté sano o enfermo; nacido o nonato, cada uno es imagen de Dios, y participa de su vida. Dios lo ha hecho miembro de su familia, estableciendo con él una relación de pertenencia mutua.

El hombre es de Dios y Dios es del hombre. Dios es su Creador y su Padre, y el hombre es su criatura, su hijo. Esta es la razón más profunda de la inviolabilidad de la vida humana y su dignidad. Y en esto consiste la esencia de la unidad del género humano, a la que solemos llamar  “la gran familia humana”. Toda civilización tiene su fundamento en esta verdad.

La antropología cristiana que hunde sus raíces en la revelación bíblica del relato de la creación, y culmina con el misterio de la encarnación del Hijo de Dios, nos ayuda a entender el misterio del hombre, su dignidad, y el sentido de su vida. Cristo se ha hecho hombre para cumplir el designio de salvación que estaba dispuesto por Dios desde antes de la creación del mundo, pues por El, por su cruz y resurrección, tenemos la redención y el perdón de los pecados (Ef 1, 4-10).

¡Qué valor debe tener el hombre a los ojos del Creador!, si ha “merecido tener tan grande Redentor” (Gál 3,28) , si “Dios ha dado a su Hijo a fin de que “el hombre no muera sino que tenga vida eterna”(Jn 3,16).

Esta admiración respecto al valor y la dignidad del ser humano es la buena noticia del Evangelio, del cristianismo, y es lo que justifica la misión de todos los bautizados, de la Iglesia entera (Redemtoris Hominis 10b) .

Jesucristo sale al encuentro del hombre de toda época, con estas palabras “conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”(Jn 8,32). “Estas palabras encierran tanto una exigencia como una advertencia. La exigencia de una relación honesta con respecto a la verdad, como condición de una auténtica libertad. La advertencia de evitar cualquier libertad que no profundice en toda la verdad sobre el hombre y sobre el mundo” (Redemtoris Hominis 12c).
Responder a las preguntas sobre el hombre, y su referencia a Dios, sobre la dignidad, la libertad y el propósito de Dios para la humanidad, es lo que  pretende la búsqueda honesta de la verdad; un deseo inherente a todo ser humano.

1. El concepto de persona en la historia.
Hablar del hombre del s. XX es hablar de un “superhombre”, con poderes de todo tipo.
a. Poder sobre su cuerpo, de tal forma que es capaz de entrar en el espacio, o sumergirse en las profundidades del mar, superando los límites biológicos naturales.
b. Respecto a la inteligencia es capaz de adquirir una gran cantidad de información con un clic en Internet,  la globalización lo lleva a poder conocer las noticias del mundo en el tiempo real.
c. Respecto a la voluntad, ha logrado plantearse lo que es “bueno” e “ideal” con respecto a todo lo que le gusta, y eso lo logra con tres tentáculos: el poder, el dinero y la técnica.  Y determina la eficacia de su obrar en la medida en que tiene “éxito” o “fracaso”.

Pero debemos reconocer que éste “superhombre” del s. XX tiene su propia debilidad. El hecho de saber mucho de todo lo que le rodea pero muy poco de sí mismo.
Para estudiar al ser humano debemos de acercarnos a la ciencia de la antropología, ánthropos – que significa hombre; y lógos, que equivale a “razón entendimiento” y a “palabra, locución o expresión”.

La antropología vendría a ser, entonces, el estudio, la comprensión y la exposición de lo que es el hombre, de las realidades propiamente humanas.

Entonces se podría empezar el estudio con esta pregunta ¿qué es el hombre?. A lo cual corresponden respuestas como: Soy hombre o mujer, soy profesora, soy chef, ama de casa, etc.
Sin embargo, éstas contestaciones responden a estudios más bien bio-psico-sociales. Responden a la forma cómo el hombre opera desde el punto de vista fisiológico, cómo interactúa socialmente, y su capacidad de comunicación con otros.

Pero la verdadera pregunta no es ¿qué?, sino ¿quién es el hombre?, porque la realidad del hombre no está determinada por su corporalidad únicamente. El ser humano trasciende la materialidad de sí mismo cuando se contempla como un ser libre, y por lo tanto sujeto de perfeccionamiento en el uso de esa libertad.
Desde el punto de vista biológico y materialista, el ser humano es considerado un individuo dentro de su especie, que convierte la libertad en un imposible, porque es esclavo de sus impulsos, o estímulos externos o internos.

Así, podemos medir la cantidad de sangre que pasa por el cerebro en un momento determinado, sin embargo es imposible saber con certeza los pensamientos que encierran la mente si la persona no los comunica. Tampoco se puede conocer quién fue determinada persona, examinando su cadáver descompuesto; para ello necesitaríamos conocer su ADN y entonces lo asociaríamos con un nombre, sabríamos su historia, su singularidad, su identidad propia.

El concepto de persona no estuvo siempre presente en la historia de la humanidad, como todo lo humano, se  va perfeccionando a través del tiempo. Para los griegos (concretamente la filosofía de Platón) el hombre tenía dos realidades, la psique, el principio vital y el soma la parte material vivificada por la psique. Para ellos el alma tenía una cárcel, que era el cuerpo. El llamado dualismo.

El pueblo judío en cambio no tenía esta interpretación, concebía al hombre como una unidad constituida por “la carne”, que es a la vez corpóreo y espiritual. Tan claro era éste concepto que llegaron a identificar las funciones psíquicas con órganos concretos: “se me alegra el corazón”, “tener entrañas de misericordia”, o un “corazón limpio”.

Más tarde Aristóteles, discípulo de Platón, plantea que todo ser material está compuesto de materia y de forma, siendo ambos principios interdependientes hasta el punto que no puede existir el uno sin el otro. A la forma substancial la llamó alma, y a la materia viva informada (forma particular de operar) por el alma, la llamó cuerpo (su funcionalidad).

a. En un primer nivel Aristóteles ubicó a los seres de vida vegetativa, -reino vegetal y similares-, con alma vegetativa y funciones de tipo bio-químico.
b. En un segundo nivel están representados los seres vivos de alma sensitiva, que tienen tanto funciones vegetativas, como sensitivas, es decir, tienen además sensibilidad y movimiento voluntario.
c. El tercer nivel posee características de los dos anteriores, vegetativas y sensitivas, pero además está complementado con una inteligencia para conocer de sí mismo, de los demás seres y del medio que lo rodea, y adicional al hecho de conocer, “conoce que conoce”.

Luego Santo Tomás amplía y complementa la teoría de Aristóteles, a la luz  del pensamiento cristiano, diciendo que existe en el hombre una “doble unidad de cuerpo y alma en una única naturaleza, la humana”.

Para el santo ésta escala de los seres vivos no posee tres almas, vegetativa, sensitiva y por último racional, sino que posee una sola alma de orden superior y espiritual que igual alienta funciones vegetativas, como la digestión y el latido del corazón, como funciones sensitivas, visión, audición, sensaciones táctiles, o puramente racionales ya en el orden espiritual, realizar una operación matemática, o entrar en comunicación con Dios a través de la oración.

Entonces el hombre es una unidad substancial de materia y espíritu que realiza todas su operaciones, desde las más elementales hasta las más sublimes, desde su condición única de persona.

La noción de persona es un descubrimiento netamente cristiano, no hay precedente pagano de ella. Ni siquiera en el Antiguo Testamento, a pesar de tener referencias implícitas, la revelación de las tres Personas divinas no es explícita. El misterio de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) es revelación neotestamentaria. Descubrir la trinidad de Personas en la unidad de naturaleza divina es conocer que no es lo mismo la noción de persona que la de divinidad, puesto que en Dios coexisten distintas Personas. No son equivalentes, por tanto, la noción de persona y la de naturaleza divina. Cada Persona divina es Dios, pero se distinguen entre sí.

A su vez cada ángel es una persona distinta, a pesar de que todos ellos sean de naturaleza angélica.

Como es sabido, el cristianismo mantiene también que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad (Logos, Verbo, Palabra, Hijo del Padre), se encarnó, es decir, asumió la naturaleza humana y vivió entre los hombres en un momento determinado de la historia para darnos ejemplo de vida. A esa Persona divina se le ha denominado de varias formas tras la encarnación, Salvador, Señor, Jesús, Jesucristo, etc. Perfecto Dios, y desde la encarnación, Perfecto Hombre. Cristo ayudó en buena medida a conocer al hombre. De hecho, Cristo vino a revelarle el hombre al hombre mismo a través de la encarnación. En efecto, si en Cristo se distingue entre Persona (la divina) y dos naturalezas (divina y humana), ello indica que persona no equivale a naturaleza. Por tanto esa distinción debe darse en el hombre.

Por otra parte, la revelación desde el Génesis nos muestra que la naturaleza humana es propia de la especie hombre, pero no coincide con cada persona humana. En efecto, la naturaleza humana es dual, constituida por varón y mujer, pero cada persona no es dual, sino única e irrepetible. Así, Adán y Eva son dos personas, pero constituyen entre ambos una sola naturaleza, la humana, pues ninguno de los dos tiene la naturaleza completa. Por eso ninguno de los dos es viable por separado. Lo cual permite ver claramente que persona tampoco equivale a naturaleza en el hombre.
Si la naturaleza humana no es viable por separado, por ella el hombre es social, debido a la comunidad de origen. Esto es, haber sido creado a imagen y semejanza de un Dios que es Trino y Uno, Tres Personas distintas en una Única naturaleza divina, donde existe una comunión de Personas. De tal forma que la familia es icono del amor recíproco intra trinitario. Por consiguiente, la familia es una institución natural.

Conviene, por tanto, establecer en el hombre la distinción entre persona y naturaleza. Si bien todo hombre es persona, no toda persona es hombre (pues los ángeles, por ejemplo son personas, pero no hombres). Persona, según la concepción cristiana, es cada quien. Alguien distinto de todos los demás, pero abierto a ellos. Capaz, por tanto, no sólo de conocerse y amarse a sí, sino también a los demás y a Dios. La persona humana es un ser a la vez corporal y espiritual, dotado de alma y cuerpo. Hay una unidad profunda entre alma y cuerpo. El hombre es el centro de la creación visible y, a diferencia de la realidad física, la persona humana no se describe tanto por su relación con la nada, sino ante todo por su relación con Dios. Ya que el hombre no fue creado de la nada, como el mundo, sino de Dios, teniendo a Dios como modelo.