Punto 4 de la clase del 12 de mayo 2010.
El relativismo se ha convertido en el problema central que la fe cristiana tiene que afrontar en nuestros días. Algunos medios de comunicación han interpretado esas palabras como referidas casi exclusivamente al campo de la moral, como si la Iglesia Católica calificara del modo más duro posible a todos los que no aceptan algún punto concreto de la enseñanza moral.
Pero el problema es mucho más serio, porque se refiere a la intencionalidad de la conciencia, sea creyente o no, con respecto a la verdad. Es decir hay un desorden en la intención de la conciencia contemporánea, en relación con la verdad.
Veamos: el error es compatible con una adecuada actitud de la conciencia personal con relación a la verdad. Por ejemplo, quien afirma que la Iglesia no fue fundada por Jesucristo, lo afirma porque piensa (equivocadamente) que ésa es la verdad, y que la tesis opuesta es falsa. Quien hace una afirmación de ese tipo piensa que es posible alcanzar la verdad.
Pero las filosofías relativistas dicen, en cambio, que hay que resignarse al hecho de que las realidades divinas y las que se refieren al sentido propio de la vida humana, personal y social, son sustancialmente inaccesibles, es decir son imposibles de conocer.
En definitiva, ninguno de los sistemas conceptuales o religiosos tendría un valor absoluto de verdad. Todos serían relativos al momento histórico y al contexto cultural, de ahí su diversidad e incluso su oposición.
EL CUENTO DEL ELEFANTE.
Un rey del norte de la India reunión un día a un buen número de ciegos que no sabían qué es un elefante. A unos ciegos les hicieron tocar la cabeza, y les dijeron “esto es un elefante”. Lo mismo dijeron a los otros, mientras les hacían tocar la trompa, o las orejas, o las patas, o los pelos del final de la cola del elefane. Luego el rey preguntó a los ciegos qué es un elefante, y cada uno dio explicaciones diversas según la parte del elefante que le habían permitido tocar. Los ciegos comenzaron a discutir, y la discusión se fue haciendo violenta, hasta terminar en una pelea a puñetazos entre los ciegos, que constituyó en entretenimiento que el rey deseaba.
Este cuento es particularmente útil para ilustrar la idea relativista de la condición humana.
Los hombres seríamos ciegos que corremos el peligro de absolutizar un conocimiento parcial e inadecuado, inconscientes de nuestra intrínseca limitación. (motivación teórica).
Cuando caemos en esa tentación de absolutizar un conocimiento parcial e inadecuado, adoptamos un comportamiento violento e irrespetuoso, incompatible con la dignidad humana. (esto sería la motivación ética del relativismo).
Y lo lógico sería que aceptásemos la relatividad de nuestras ideas, no sólo porque eso corresponde a la índole de nuestro pobre conocimiento, sino también en virtud del imperativo ético de la tolerancia.
Bajo estos supuestos la filosofía relativista se presenta a sí misma como el presupuesto necesario de la democracia, del respeto y de la convivencia.
Pero esa filosofía no parece darse cuenta de que el relativismo hace posible la burla y el abuso de quien tiene el poder en su mano; en la sociedad actual, serían aquellos que promueven sus propios intereses económicos, ideológicos, de poder político, etc. a costa de los demás, mediante el manejo hábil y sin escrúpulos de la opinión pública y de los demás resortes de poder.
¿Qué tiene que ver todo esto con la fe cristiana? Mucho. Porque la fe cristiana se mueve en el plano de la verdad. No es un mito, ni un conjunto de ritos útiles para la vida social y política, ni un principio inspirador de buenos sentimientos privados, ni una agencia ética de cooperación internacional. La fe cristiana ante todo nos comunica la verdad acerca de Dios, aunque no exhaustivamente, y la verdad acerca del hombre y del sentido de su vida.
La fe cristiana es incompatible con el “como si”. No se reduce a decirnos que nos comportemos “como si” Dios nos hubiese creador, y por consiguiente “como si” todos los hombres fuéramos hermanos, sino que afirma, con pretensión veritativa, que Dios ha creado el cielo y la tierra y que todos somos igualmente hijos de Dios. Nos dice además que Cristo es la revelación plena y definitiva de Dios.
Sin que esto implique el diálogo sereno con los que no tienen fe o con los que sostienen otras doctrinas.
La fuerza del cristianismo consiste en que implica una estrecha síntesis entre fe, razón y vida. Una unidad de vida, que se pierde si se rompe la intención profunda de la conciencia respecto de lo que es la verdad.
Desde el punto de vista relativista, Dios querría positivamente las religiones no cristianas como diversos caminos a través de los cuales los hombres se unen a El y reciben la salvación, independientemente de Cristo, dejando un espacio libre a otras revelaciones privadas independientes y autónomas, porque la revelación de Cristo sería limitada, incompleta e imperfecta.
Los problemas antropológicos del relativismo son complejos pero básicamente diría que son dos.
La inteligencia humana tiene dos dimensiones.
Una dimensión técnica, y una dimensión sapiencial.
1. Uno de los problemas del relativismo antropológico radica en un excesivo énfasis en la dimensión técnica, lo que lleva consiga una disminución de la dimensión sapiencial, que tienen que ver con las tendencias transitivas y trascendentes de la persona.
La dimensión técnica (o función intelectual), acuña conceptos, conoce el orden de las cosas, con la finalidad de dominar y explorar la naturaleza, fabricar los instrumentos y obtener recursos. Desde este punto de vista conocer es poder: poder dominar, poder manipular, poder vivir mejor.
La dimensión sapiencial, (o función espiritual de la inteligencia), en cambio, va orientada a entender el significado del mundo y el sentido de la vida humana. Acuña conceptos no con la finalidad de dominar, sino de alcanzar las verdades que pueden dar respuesta cumplida a la pregunta por el sentido de nuestra existencia, tan necesaria como el alimento.
La sistemática huida o evasión del plano de la verdad, que llamamos mentalidad relativista, comporta un desequilibrio de estas dos funciones de la inteligencia. El predominio de la función técnica, significa el predominio a nivel personal y cultural de los impulsos hacia los valores vitales (el placer, el bienestar, la ausencia de sacrificio y de esfuerzo), a través de los cuales se afirma el yo individual.
La disminución o depresión de la tendencia sapiencial, comporta la inhibición de las tendencias sociales altruistas, un empequeñecimiento de la capacidad de autotrascendencia, que encierra a la persona en el egoísmo.
En términos sencillos: el afán ansioso de tener, de triunfar, de subir, de descansar y divertirse, de llevar una vida fácil y placentera, prevalece con mucho sobre el deseo de saber, de reflexionar, de dar un sentido a lo que se hace, de ayudar a los demás con el propio trabajo.
2. El segundo problema está relacionado con el primero. La falta de reflexión con respecto a la trascendencia de la vida, conlleva una falta de sensibilidad hacia la verdad, consecuentemente las cuestiones relativas al sentido del vivir deforman la idea y la experiencia de la libertad; entonces se habla de la libertad de abortar, de ignorar, de no saber hablar más que con palabras soeces, libertad de no deber dar razón de las propias posiciones, y ante todo libertad de imponer a los demás una filosofía relativista que todos tendríamos a aplaudir como filosofía de la libertad.
Tenemos bajo este supuesto, la tolerancia, en este caso, se convierte en un anti-valor, bajo la premisa de "aceptar una pluralidad" en contra la ley natural. Este anti-valor en las filosofías relativistas, se convierte en una cualidad "sine cua non" la democracia se debe construir.
Por ejemplo quien afirma que la heterosexualidad pertenece a la esencia del matrimonio, no se le dice que esa tesis es falsa, sino que se le acusa de fundamentalismo religioso, de intolerancia o de espíritu antimoderno.
Menos aún se le dirá que la tesis contraria es verdadera, es decir, no se intentará demostrar que la heterosexualidad nada tiene que ver con el matrimonio.
Lo característico de la mentalidad relativista es pensar que esta tesis es una de las tesis que hay en la sociedad, junto con la contraria y quizá con otras más, y que en definitiva todas tienen igual valor y el mismo derecho a ser socialmente reconocidas.
A nadie se obliga a casarse con una persona del mismo sexo, pero quien quiera hacerlo debe poder hacerlo. Es el mismo razonamiento con el que se justifica la legalización del aborto y de otros atentados contra la vida de seres humanos. A nadie se le obliga a abortar, pero quien piense que debe hacerlo, debe poder hacerlo.
FORMAS DE COMBATIR EL RELATIVISMO.
Al relativismo lo podemos criticar de muchas formas, pero no debemos caer en su juego.
Una cosa es que sea inadmisible que los que afirman y niegan lo mismo tengan igualmente razón, otra cosa sería decir que solo los que piensan de un determinado modo pueden disfrutar de todos los derechos civiles de libertad.
Una cosa es la relación de la conciencia con la verdad y otra bien distinta es la justicia con las personas. Primero afirmar la equidad de la dignidad de todos los seres humanos, luego, siguiendo con esta lógica, se podrá demostrar después, que de una afirmación que pretende decir cómo son las cosas, es decir, de una tesis especulativa, sólo cabe decir que es verdadera o falsa. NO ANDAR CON AMBIGÜEDADES.
Porque las tesis especulativas no son ni fuertes ni débiles, ni privadas ni públicas, ni progresistas ni conservadoras, ni buenas ni malas. Son simplemente verdaderas o falsas.
Por ejemplo ¿qué pensaríamos de quien al exponer una demostración matemática o una explicación médica, empezara diciendo que esos conocimientos científicos tienen sólo una validez privada, o que constituyen una teoría muy democrática?
Si hay completa certeza de que un fármaco permite detener un tumor, se trata de una verdad médica a secas, y no hay nada más que añadir.
En cambio a una forma de concebir los derechos civiles, o la estructura del Estado sí cabe calificarla de autoritaria o democrática, de justa o injusta, de conservadora o reformista.
No debemos olvidar que existen realidades como el matrimonio, que son a la vez objeto de un conocimiento verdadero. Si negamos esta verdad, el matrimonio se convierte en una construcción cultural: “nosotros lo estructuramos hace siglos de un modo, y ahora somos libres de estructurarlo de otro modo”.
El relativismo responde a una concepción profunda de la vida que trata de imponerse. Piensa que el modo de alcanzar la mayor felicidad, que además será fragmentaria y limitada, es evadiendo el problema de la verdad.
Tenemos de nuestra lado que todo hombre desea conocer la Verdad. “Muchos hombres conocí mentirosos, pero ninguno que quisiera ser engañado”. San Agustín.
Ese deseo de saber y el hambre de Dios son inextinguibles, por eso esta es la hora de la esperanza y un tiempo para saber dar razón de ella!